«Los africanos son muy fuertes psicológicamente. Nosotros no soportaríamos sus tragedias»

Diario Vasco, MARÍA JOSÉ ATIENZA, 17-05-2009

Llegó a la costa andaluza, desde Hondarribia, pasando por Glasgow. En la ciudad industrial de Escocia conoció a su mujer, una gaditana con la que, hace cuatro años, viajó al sur para quedarse. Tarifa fue su primer punto de anclaje y ahora lo es Algeciras. El hondarribitarra Patxi Bello añora la familia, la cuadrilla y el Cantábrico, pero no cambia su trabajo. Desde el mes de febrero de 2008, ejerce como educador en el Centro de Acogida de Inmigrantes de la Cruz Roja algecireña.

- ¿En qué consiste su labor?

- Tenemos un programa de acogida de emergencia. Una vez los inmigrantes llegan en patera, los intercepta la Guardia Civil y los conduce a los CIE (Centros de Internamiento de Extranjeros). A algunos, los deportan y a los que quedan libres, los traen al Centro de Acogida de Cruz Roja. A veces, también nos llegan directamente de la patera. Nuestro trabajo consiste en procurarles alojamiento y manutención durante aproximadamente quince días, siempre dependiendo de los casos, porque hay quien se queda más tiempo por razones humanitarias. También les damos clases de castellano y de habilidades sociales, les ayudamos a tramitar la tarjeta sanitaria andaluza o a solicitar el asilo político, cuando la situación lo requiere.

- Usted trabaja en el Centro de Acogida, desde su apertura, en febrero de 2008. ¿Cuántos inmigrantes habrán pasado desde entonces y de dónde proceden?

- No podría dar la cifra con exactitud, pero calculo que habrán sido unos 300. La mayoría son jóvenes solteros, casi siempre el hermano mayor de la familia que viene a buscar trabajo para mandar dinero a casa. Pero también hemos recibido mujeres embarazadas y madres con sus niños. Vienen de Ghana, de Chad, de Burkina Fasso, de Costa de Marfil, de Togo, de Nigeria, de Zimbawe, de Malawi, de Guinea, de Camerún…Seguro que me dejo algún país. Prácticamente, llegan de todo el África subsahariana.

- ¿En qué condiciones les reciben?

- Llegan rotos, porque vienen de situaciones bastante traumáticas. Acaban de pasar en patera. Muchos de ellos han perdido a familiares o amigos en la travesía y algunos, incluso, son supervivientes de un naufragio. Vienen muy tocados. Han pasado años esperando reunir el dinero para poder pagarse el pasaje y antes de llegar al estrecho, han tenido que hacer la travesía hasta Marruecos, que también en tremenda.

- ¿Hay algún caso que le haya impactado especialmente?

- Hay muchos, pero lo pasé especialmente mal con una patera que llegó el verano pasado, con dos mujeres embarazadas de ocho meses, que además habían perdido a gente en la travesía.

- Ver la llegada de una patera por televisión o leer en los periódicos la noticia de un naufragio nos deja sobrecogidos. Debe de ser muy duro asistir cada día a todas esas tragedias que para usted tienen cara, nombres y apellidos.

- Es duro, sí. No tienes más remedio que ponerte una coraza, por tu propia salud. Tienes que mantener un poco la distancia, tratar de empatizar, pero sólo hasta cierto punto.

- La suya es una labor dura, pero también debe de ser a la par gratificante.

- Sí, la verdad es que me encanta. Es gratificante y además, con ellos se aprende mucho. Conoces otras culturas. otras miradas, otras formas de afrontar la vida. Es la parte que más me gusta del trabajo.

- ¿Qué destacaría de ese aprendizaje?

- Es difícil de expresar con palabras. Llevo casi año y medio y todavía estoy asimilándolo. Si algo tienen los subsaharianos es que son muy fuertes, tanto física como psicológicamente. Vienen de situaciones terribles, extremas, en principio insostenibles para cualquier ser humano. Vienen de conflictos bélicos, étnicos, religiosos que provocan situaciones de una crueldad extrema. Creo que nosotros no soportaríamos esas tragedias. Se lanzan a la patera porque no les queda otra. Y llegan. Hay que ser muy fuerte física y psicológicamente para sobrevivir a ese viaje.

- ¿Qué hacen cuando dejan en centro de acogida? ¿Les siguen ustedes la pista?

- No, no se les hace un seguimiento. Es algo que tenemos todavía pendiente. Cuando acaba su estancia en el centro de acogida, salen a buscar trabajo, casi siempre con unas expectativas poco realistas. La mayoría de ellos, acaba encontrándolo en el campo. De todas formas, pasan tres años antes de que consigan los papeles. Durante ese tiempo, trabajan de forma ilegal y se exponen a ser deportados en cualquier momento. Ahora estamos muy preocupados con la crisis. Si antes eran un colectivo en riesgo de exclusión, ahora lo son mucho más.

- Salvando las distancias – y que me perdonen los subsaharianos – usted también es un inmigrante. ¿Qué es lo que más echa de menos de su Hondarribia natal?

- La familia, la cuadrilla, la comida, el Cantábrico, Jaizkibel…, muchas cosas. Pero por ahora, estoy bien aquí. Tengo un trabajo que me gusta y no lo cambiaría.

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