“Manda paz a Tierra Santa, a Oriente Medio y a toda la familia humana”, rogó el Papa en un papelito
que era nazi, pero, gracias a Dios, muy comprensivo – era un hombre honrado-,que me advirtió: ´Ve al menos una vez, para que te den el carnet´, y al ver que yo me negaba, me dijo: ´No te preocupes, te comprendo, yo lo haré por ti´. Y me libró de aquella obligación". Así concluye la cita.

Más tarde, Federico Lombardi aclaró que, en efecto, técnicamente Joseph Ratzinger perteneció a las Juventudes Hitlerianas. “Era una cosa formal, no una parte significativa de su vida – afirmó el portavoz-.No participó activamente y no se identificaba con ese movimiento”. En efecto, la documentación histórica avala sin la menor duda el talante antinazi de la católica familia Ratzinger (el matrimonio y tres hijos, Georg, Joseph y Maria). El futuro papa nunca se afilió al partido, entró en un cuerpo auxiliar del ejército porque así se lo exigieron, y desertó antes del fin de la guerra. Fue prisionero de los estadounidenses en un campo cerca de Ulm (Alemania), donde lo liberaron pronto. Entonces regresó a sus estudios teológicos.

El episodio de Lombardi en la rueda de prensa de ayer ilustra cómo el Vaticano está reaccionando a la defensiva ante las críticas vertidas por diarios israelíes como Haaretz o The Jerusalem Post,que consideraron insuficiente el discurso del Papa en el Yad Vashem, por no mencionar que los judíos fueron asesinados por los nazis alemanes.

El Vaticano está descubriendo que, en el siglo XXI, biografía y nacionalidad de un pontífice cuentan casi tanto como su carisma, su carácter o su visión teológica. Así, las frases de contenido religioso que Benedicto XVI pronunció ayer quedaron opacadas por el agitado contexto. El papelito que el Papa depositó por la mañana en el muro de las Lamentaciones, siguiendo la tradición judía, rogaba a Dios lo siguiente: “Manda la paz a Tierra Santa, a Oriente Medio y a toda la familia humana”. Pero su propia biografía eclipsó el mensaje.