Aprenden alumnos... a excluir
Indígenas, pobres, obesos, de lento aprendizaje, de coeficiente intelectual altoy homosexuales sufren rechazo y segregación en las aulas; incluso enfermos crónicos y terminales son relegados por compañeros, maestros y directivos
El Universal, 12-05-2009
politica@eluniversal.com.mx
En las escuelas primarias públicas y privadas de México hay verbos que no suelen conjugarse en clase, pero que todos los días se practican: estigmatizar, discriminar, marginar, segregar. Quizá en cada aula un niño lo padezca sólo por diferenciarse del resto, y muchas veces los profesores fomentan o toleran tal forma de maltrato.
Los más discriminados y segregados en las escuelas, según el Consejo Nacional para Combatir la Discriminación (Conapred) y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), son los que padecen una enfermedad crónica o terminal o discapacidad, así como los indígenas, pobres, obesos, los de lento aprendizaje, coeficiente intelectual alto o que no responden a los roles de género establecidos.
Son precarios los datos oficiales sobre la magnitud de la discriminación en las aulas. Algunos provienen de la Consulta Infantil y Juvenil de 2003, de acuerdo con la cual 16% de los niños de seis a nueve años dijeron ser tratados con violencia en sus escuelas. La Encuesta Nacional Exclusión, Intolerancia y Violencia en Escuelas Públicas trató el tema también, aunque entre adolescentes (de 15 a 19 años), mostrando que dos de cada 10 estudiantes han sido rechazados por sus compañeros de clase y cinco de cada 10 aceptó que le es difícil hacer amigos. En contraste, la mitad de los encuestados dijo no querer como compañero de escuela a un enfermo de sida, un homosexual, una persona discapacitada o un indígena. Así, hay niños para los que el entorno escolar llega a ser un sitio peligroso, haciendo parecer ingenuas las historias mordaces estilo South Park.
Doble lucha: cáncer y discriminación
El cáncer es para Alejandro (12 años) el motivo por el cual sufre discriminación en la primaria Tierra y Libertad, de Atzala (Puebla), donde cursa quinto grado. A los ocho años fue diagnosticado con linfoma de Hodgkin, un cáncer que afecta el sistema linfático. Falta a la escuela con frecuencia, pues tiene que viajar al DF para someterse a terapias. Al reincorporarse a las clases, sus compañeros lo reciben con burlas por estar “calvo” o preguntas como, “¿para qué vas tanto a México si de todas formas te vas a morir?”.
La directora propuso a Eva, madre de Alejandro, que lo llevara a la escuela una hora antes, “para que no se atrasara ni contagiara a los demás niños”. Eva aceptó, pero semanas después Alejandro se negaba a ir porque, en vez de regularizarlo —como le habían prometido—, le hacían barrer la escuela y acomodar las bancas. Ella denunció esto al comité de padres de familia, por lo cual cambiaron a la directora.
Pero ni así Alejandro venció a la discriminación: La directora actual aconseja a sus compañeros portarse bien con él, porque “tal vez mañana ya no vaya a la escuela porque se murió”.
Según la Asociación Mexicana de Niños con Cáncer, 30% de los menores que padecen una enfermedad terminal o crónica son discriminados en la escuela.
Contra la SEP, 30% de las quejas
La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación permite interponer quejas contra particulares o reclamaciones contra funcionarios públicos que hayan cometido discriminación, aunque las sanciones se limitan a “medidas administrativas” como la de recibir obligatoriamente cursos y talleres de sensibilización.
Mientras la CNDH tiene un registro de 70 quejas por discriminación en escuelas públicas de 2006 a la fecha, de enero de 2008 al 13 de abril el Conapred recibió 43 reclamaciones contra primarias públicas y 20 quejas contra privadas.
Ese organismo informa que del total de reclamaciones que recibe, cerca de 30% son contra la Secretaría de Educación Pública (SEP), que no cuenta, por cierto, con un programa contra la discriminación en las aulas, pese a que, de acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño, ratificada por México, los Estados se comprometen a tomar medidas para garantizar que el niño sea protegido “contra toda forma de discriminación o castigo por causa de su condición, las actividades, las opiniones expresadas o las creencias de sus padres”.
“Hazme una niña lista”
Isabela Trejo (seis años), quien vive en la delegación Tláhuac (DF), asistía a un colegio católico donde todos los días su maestra anotaba su nombre en el pizarrón por “floja” e “irresponsable”. Le gusta dibujar y cuando se representaba a sí misma, trazaba sobre su cabeza unas orejas enormes. “Es que la maestra me dice que soy una burrita y los burritos tienen las orejas así”, explicó a su mamá.
Sus compañeros se negaban a integrarla a sus equipos, de modo que quedó segregada en una esquina del salón, confinada a trabajar sola. Cada noche, antes de dormir, terminaba sus oraciones rogando: “Por favor, diosito, hazme una niña lista”.
La directora y la profesora, arbitrariamente, decidieron que Isabela sufría déficit de atención. En el Instituto Nacional de Psiquiatría concluyeron justo lo contrario: posee un coeficiente intelectual superior al promedio. Cuando su madre presentó el estudio a la directora, ésta sólo se disculpó por haber tratado a su hija como “tonta”. En La discriminación en la escuela, libro publicado por el Conapred, se apunta que esta práctica encuentra en la escuela “un lugar donde reproducirse, reflejarse y, al mismo tiempo, esconderse, cobijada por la indiferencia y la validación de comportamientos”.
Contra la pared
Tiene nueve años, pero su rostro parece el de una niña mayor. Lizbeth es una otomí de Querétaro. Su familia, con otras 20, vive en una casa abandonada de la colonia Roma, en la ciudad de México. Parece enfadada y, entre lo poco que habla, cuenta que por ahora no va a la escuela porque carece de zapatos y tenis.
Recuerda que en segundo año, en la primaria Ignacio L. Vallarta, la maestra le jalaba el cabello y “un día, por no llevar la tarea, me sentó en la esquina mirando a la pared”. Sus compañeros “eran bien gachos”, la insultaban con expresiones como “india”. Sólo convivía con otros niños indígenas.
En la sección dedicada a sus programas en México dentro de su sitio virtual, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia explica que “muchas escuelas en México” discriminan a los pobres, los indígenas, las niñas, los habitantes del campo, las madres adolescentes, a los que tienen alguna discapacidad o problemas de aprendizaje. “Estas escuelas, en vez de integrar a la sociedad, contribuyen a que esté dividida y sea más excluyente”.
Sola en el recreo
Cuando termine el ciclo escolar, Ana Paula se cambiará de escuela. Tiene 11 años y cursa quinto año en un colegio privado. Desde preescolar fue víctima de segregación. La maestra la sentaba en un rincón porque “hablaba mucho” y no aprendía a leer al ritmo de sus compañeros. Cuando entró a primaria, las maestras se quejaban de que se distraía, se llevaba mal con sus compañeras y era impulsiva. Los médicos le diagnosticaron déficit de atención y un trastorno de percepción visual.
Por sus problemas académicos, Ana Paula comenzó a ser estigmatizada como “la que no aprende”, “la que no pasa los exámenes”, “la que dice cosas sin sentido”, “la que es rara”, por lo cual nunca la invitan a las fiestas. En el recreo la pasa sola. Cuando se montan obras de teatro le otorgan un parlamento de tres palabras, nunca más.
Carmen, su madre, recuerda que en cierta ocasión atestiguó cuando los alumnos dijeron, “Ya llegó Ana Paula”, hicieron gestos y se alejaron. Cuando habló con las profesoras de los comportamientos contra su hija, ellas lo negaron argumentando que los problemas de Ana Paula sólo eran académicos.
“Sola con su alma”, es como Carmen describe a su hija en la escuela, por lo cual el próximo ciclo la cambiará, para ver si se rompe el ciclo de segregación.
El sicólogo Alejandro Zalce Aceves, del Instituto de Ciencia y Desarrollo, explica que los niños segredos suelen “no querer ir a la escuela, se irritan sin motivo, tienen pesadillas”. La segregación deja cicatrices profundas: “Su autoestima es muy baja. Hay niños que presentan niveles de agresión muy altos y hay otros que, al no poderse defender, se acostumbran a recibir agresiones. Pueden volverse personas rencorosas y tienen altas probabilidades de generar relaciones no apropiadas”.
“Tienes que aprender a ser niña”
Su colcha preferida tiene estampada la imagen de Spiderman. Los juguetes que predominan en su cuarto tienen la figura de dinosaurios y otros animales. Laura está a punto de cumplir siete años y no le gusta jugar con muñecas. Sus padres, académicos de la Universidad Autónoma Metropolitana, han tratado de educarla sin imponerle “los clásicos roles de género”. Todo iba bien, hasta que comenzó a sufrir lo que Diana, su mamá, califica como “sutiles sanciones sociales”.
Por ejemplo, una niña desesperada porque Laura no quería jugar a peinarse, le reprochó, “¡Tienes que aprender a ser niña!”. En una fiesta de cumpleaños, ella pedía que le regalaran un parche de pirata, como lo hicieron con los niños, rechazando la corona de princesa que repartieron a las niñas. La madre de la festejada le advirtió: “Las coronas son para las niñas. Tú eres niña y eso te toca”.
Sus compañeros varones la rechazan, le dicen que tiene que jugar con las niñas, y éstas se niegan a jugar con ella a los superhéroes. Nunca quiere invitar a sus compañeros a su casa “porque si ven mi colcha de Spiderman me van a molestar”.
Comenzó a padecer angustia, ansiedad, frustración e inseguridad. Su madre expuso el asunto al director de la escuela, un colegio privado con sistema activo, y encontró empatía: la escuela comenzará a dar pláticas a padres y alumnos sobre temas como la imposición cultural de los roles de género y la discriminación. Una respuesta así es excepcional.
El sicólogo Alejandro Zalce advierte que la mayoría de los padres termina cambiando a sus hijos de escuela y muy pocos denuncian. Personal de la CNDH ejemplifica con los casos de niños a quienes se les negó la inscripción o expulsó en 2004 por ser seropositivos. Organizaciones civiles reportaron seis casos. Cuando se investigó en todo el país encontraron, por lo menos, 57 niños víctimas de discriminación en sus escuelas por parte de compañeros, profesores y padres.
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