Decía Einstein que neutralizar un prejuicio es más difícil que dividir un átomo y ésa es la impresión que tenemos cuando oímos hablar del edificio conocido como El Ruedo, en el que viven familias de escasos recursos, principalmente gitanas. La negativa vecinal a la construcción de una pasarela no parece que obedezca a la austeridad económica publicitada por los convocantes de la protesta.Más bien pudiera ser un prejuicio segregador que asigna a estas familias una vinculación, a priori, con las drogas y la delincuencia.Esta aptitud prejuiciadora, de entrada es discriminatoria e injusta, pues priva del beneficio de la intercomunicación a estas personas, y no sólo a ellas, sino a todo el que decidiera usar esa pasarela.Además, vuelve a estigmatizar como delincuentes a todos los ciudadanos de la zona, olvidando que el derecho a la igualdad de trato y a no ser discriminado es un principio de nuestro ordenamiento jurídico que, paradójicamente, convierte en infractor a aquellos vecinos que no lo respetan.

Esteban Ibarra es presidente del Movimiento contra la Intolerancia.