El ejemplo
El Correo, , 22-04-2009Que la xenofobia sigue siendo un asunto importante ha quedado evidenciado en el justificado plantón al presidente iraní en la cumbre contra el racismo denominada Durban II. Paradójicamente, en la Durban real, en Sudáfrica, la lacra del racismo ha sido superada de una manera ejemplar: no han transcurrido ni 20 años desde que Nelson Mandela cubrió la última etapa de su largo camino desde una celda en la isla de Robben hasta la presidencia, pero ese episodio ya parece de otra época. Sudáfrica se enfrenta ahora a otra serie de dificultades, y cómo las resuelva tiene importancia más allá de sus propias fronteras dado que es el país más grande, rico y poderoso en la región. Aunque con ser necesaria, la estabilidad sudafricana no resulte suficiente para el progreso del continente entero.
Existe casi la certeza de que el nuevo presidente tras las elecciones de hoy será Jacob Zuma. Analfabeto hasta su adolescencia y encarcelado por el régimen blanco del apartheid, Zuma es un líder carismático e incluso pintoresco. Su presidencia supondrá un gran contraste con el mandatario actual, Thabo Mbeki, un hombre más bien introspectivo e intelectual. Su previsible sucesor no dudará en hacer sentir su presencia en el ámbito internacional. Una de sus primeras pruebas será Zimbabue, donde el despótico y corrupto Robert Mugabe ha llevado su país al borde de la catástrofe. Mientras Mbeki reverenciaba a Mugabe por su papel en la liberación del África del Sur, Zuma ha dejado claro que su paciencia con el viejo dictador se ha acabado. Proviniendo de uno de los destinos preferidos para la inversión extranjera y de un espacio ganado a la estabilidad política, es de esperar que el futuro líder sudafricano deje su huella también en otras partes del continente. Los problemas africanos deben tener soluciones africanas. Y Sudáfrica, como país puntero, debería situarse en la vanguardia ofreciendo un ejemplo positivo.
Si Zuma está en condiciones de hacerlo o no dependerá en gran medida de su capacidad para seguir reformando el país y cambiar algunos aspectos de su propio comportamiento. Casi dos décadas después del apartheid, muchos de sus conciudadanos siguen viviendo en la pobreza y la economía necesita un impulso nuevo. Y es preciso que se cierren los escándalos que han salpicado la carrera de Zuma hasta ahora. Sudáfrica merece, y el continente necesita, un líder por encima de la sospecha.
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