La mera presencia del presidente de Irán y su fijación con Israel dejaron maltrecha la Conferencia sobre Racismo de la ONU, que ayer se inauguró en Ginebra. La reunión, que pretendía superar la polémica conferencia de Durban en 2001, ha encallado desde su inicio ante la incapacidad de la comunidad internacional para trascender más allá de conflictos e intereses. La intencionada agresividad de Ahmadineyad, con el polvorín palestino como argumento, ha bastado para que Estados Unidos e Israel se desligaran de una reunión que les incomodaba y para que la UE abandonara la sesión. El racismo, así, sigue ganando batallas.