La anunciada ausencia de la delegación de Estados Unidos en la conferencia de la ONU sobre racismo continuación de la celebrada en la ciudad sudafricana de Durban hace ocho años de la que Israel y EEUU se ausentaron por la vinculación de sionismo y racismo, representa un nuevo fracaso de la comunidad internacional en su compromiso por derribar las fronteras de la discriminación y la xenofobia. Porque la conferencia que comenzará hoy en Ginebra debería superar los intereses puramente políticos y los enconos históricos entre países, en beneficio de una declaración consensuada que sume todos los esfuerzos contra la lacra del racismo. Sin embargo, la influencia del problema de Oriente Próximo y de los odios entre Israel y varios países árabes parece contaminar aún todos los foros internacionales.