TEATRO
Duro y necesario
El Mundo, , 12-04-2009‘MERCADO LIBRE’
Autor: Luis Araújo./ Director: Jesús Cracio./ Espacio escénico y vestuario: Ana Garay./ Iluminación: Roberto Cerdá./ Intérpretes: Daniel Freire y Yoima Valdés./ Escenario: Teatro Español. Sala pequeña.
Calificación: **
Madrid
Texto violento y ácido y, con frecuencia, cruel, bien envuelto en un bello espacio escénico de Ana Garay. Mercado libre, última obra de Luis Araújo, no es una teoría económica del capitalismo salvaje; es un enunciado moral o, más bien, inmoral. Es la infame convicción de que todo, y no sólo un polvo apasionado, tiene un precio: un polvo, un triunfo social, una formulación política, unos papeles de inmigración…
Mercado libre es, por lo tanto, un teatro social. Un teatro valiente que trata de dejar amargo testimonio de unos días infames. El sexo como instrumento de poder y dominio; el sexo como perversión de la voluntad del otro.
Dos ejes, una mujer y un hombre. Ella (Yoima Valdés), inmigrante, ilegal y puta; él (Daniel Freire), abogado corrupto y triunfador.Ella carece de libertad y vive del amor mercenario; él carece de amor y vive de todo lo que puede comprar con su dinero. Las oscuras pulsiones que rigen los tortuosos juegos de cama y posesión son, en definitiva, una desesperada búsqueda de amor. No se siente amado porque todo tiene que pagarlo. Este comercio, este mercado libre, es la base de su seguridad.
Luis Araújo, pese a dar un repaso a los mecanismos que rigen estos tiempos convulsos, no hace en Mercado libre un teatro político o ideológico; hace un teatro moral de una ética incorrupta frente a la corrupción general. La primera parte pudiera ser, simplemente, las aventuras del macho encoñado hasta la extenuación y el desequilibrio, y el rencor de una puta de lujo. La segunda, más estática y discursiva, plantea las conclusiones morales de esta demencia erótica.
Hay un giro sorprendente y los papeles de dominio y poder cambian.Continúa la exhibición fisiológica del sexo y los tormentos, aunque con menos evidencia que en la primera. En cambio, la acumulación de discursos teóricos y morales da a la segunda parte una intensidad de pensamiento que no se traduce del todo en la intensidad teatral.La dirección de Cracio aborda con energía la sordidez del texto y Ana Garay ilustra la parte más luminosa de esa sordidez. Se mantiene, con una fuerza encomiable, el intercambio de golpes, la lucha brutal de los intérpretes Daniel Freire y Yoima Valdés: una intensidad devastadora.
Teatro ético, teatro honrado. Absolutamente necesario para los tiempos que vivimos. Esta actitud no es nueva en la producción de Luis Araújo, cuya presencia más asidua en los escenarios ayudaría a corregir algunas de sus deficiencias estructurales; las bases morales de su teatro sin concesiones están puestas.
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