Pelea de 'gorrillas' por el control del aparcamiento en el Ramón y Cajal
El Mundo, , 12-04-2009Denuncian que cincuenta personas luchan por las propinas ayudando a aparcar Madrid
Su presencia comenzó a ser habitual a principios del presente siglo en los alrededores del Hospital Ramón y Cajal. Poco a poco, los inmigrantes africanos lograron hacerse con el control de los aparcamientos de la zona. Ahora, el éxito de la empresa se une a la crisis. Ante la imposibilidad de conseguir trabajo, muchos inmigrantes acuden a la zona en busca de dinero, lo que provoca el recelo de los más veteranos.
Los gorrillas se pelean por los clientes en una confrontación que nace y muere cada día, al son de bocinazos y propinas. En la actualidad son medio centenar de gorrillas los que compiten por dirigir el estacionamiento de unas calles que, aunque continúan colapsadas, siguen teniendo el mismo número de sitios que antes de la crisis.
Los problemas suelen darse a primera hora de la mañana, entre las 08.00 y las 10.00 horas. Es el momento de mayor tráfico en los alrededores del centro hospitalario y la tensión se palpa en cada centímetro de asfalto, ya sea dentro o fuera de los coches.La zona se llena en un abrir y cerrar de ojos, y los estacionamientos están muy cotizados.
Aunque el mal estado de la economía ha mermado las propinas que antes salían rápidamente de muchos bolsillos, los conductores suelen dar un euro al gorrilla sin mayores miramientos. Si hay tantos aparcacoches en el Ramón y Cajal es porque los visitantes ocasionales de un hospital son los mejores clientes. Una consulta, la operación de un familiar o el fallecimiento de un allegado provocan el suficiente estrés en los conductores como para que éstos se paren a pensar si le dan o no unas monedas a ese chico que estuvo varios minutos haciéndole distintas señales con un periódico enrollado.
Según algunos vecinos, hay dos o tres grupos de cuidadores de coches diferentes. «Hay un grupo de moderados. Son educados y muy amables. Pero hay otros, que generalmente son los recién llegados, que se creen los dueños de la carretera. Caminan por el medio de la calle y atosigan a todo el que pasa a grito de ‘¿Salida? ¿Salida?’», protesta un trabajador del hospital.
Aunque para testigo de primera mano, Paco Crespo, responsable de uno de los restaurantes con más solera de la zona. Desde su Mesón Gallego, Crespo dice haber visto decenas de peleas entre ellos, estando él en medio de algunas.
«Mis problemas empezaron por mi jardinera, que da a la calle de San Modesto, la que tiene más gorrillas. Ellos dejaban sus cosas y su basura entre las flores y les pedí que las quitaran varias veces. No me hicieron caso y las tiré. Ahora estoy amenazado de muerte, pero la Policía me dice que muchos tienen papeles o son refugiados políticos, y si no se señala a uno en concreto por amenazas o delitos, no pueden hacer nada», dice.
Crespo explica que ahora, cada vez que tiene que aparcar, llama a un camarero para que le guarde el sitio. «En los últimos meses he reunido unas 14 o 15 multas de tráfico por aparcar en doble fila. Y mientras, ellos siguen, algunos viniendo cuando les apetece, otros haciéndolo de forma muy organizada, como si alguien les diera instrucciones», sostiene.
«La cosa ha ido a peor desde que abrieron una tienda de chinos, que es la que ahora les vende el alcohol que hace que se vuelvan más violentos», apunta una vecina del barrio de Begoña. «Algunos parece que no ganan nada y otros ingresan 60 euros en el banco todos los días», puntualiza una vecina de la calle de Antoniorrobles.
Los gorrillas, por su parte, hablan poco. Se limitan a restarle importancia a los enfrentamientos entre ellos y explican que su única razón para estar allí es porque lo necesitan «para poder comer».
Unos ‘aparcacoches’ no deseados
>Otras zonas. La plaza de Santa Bárbara, en Alonso Martínez, o la calle de Jacometrezo, en Callao, son otros de los lugares frecuentados por ‘gorrillas’. En este caso, de nacionalidad rumana.
>Extorsión. «Yo cojo el coche todos los días, y si me llevo por sus peticiones, tendría que darles cerca de 30 euros todos los meses. Se creen que la carretera es suya y se gritan en medio de la calle sin importarles nadie más», se queja una afectada.
>Lucha por el territorio. Los primeros ‘gorrillas’ del Ramón y Cajal aparecieron en 2004. Eran de nacionalidad rumana y subsahariana.Las peleas entre ambos, según cuentan los vecinos y el personal del hospital, fueron habituales hasta que los primeros tiraron la toalla.
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