Exuberancia latina

El crisol de culturas en Latinoamérica y la imaginación desus gentes dan lugar a una gran variedad de nombres

El Correo, I. URRUTIA, 05-04-2009

En Latinoamérica es habitual que se pongan nombres muy variopintos. Mientras no sean ofensivos, la autoridad civil no suele poner ninguna traba. El santoral se deja en un cajón y los funcionarios del Registro atienden a los padres sin orejeras. En un continente donde lo habitual es codearse en el vecindario con familias de origen alemán, libanés, italiano, vasco, japonés… parece una decisión sensata.

A estas alturas, no debería sorprender que haya quienes se llaman Washington o Lenin. O Cuauhtémoc, en homenaje al sobrino de Moctezuma, líder de los aztecas. O Sansón Radical. «El criterio de los padres manda. ¿Cómo va a influir un funcionario en algo tan personal? Es absurdo. En América, ese paternalismo estatal hace tiempo que no existe», clama Gustavo Fajardo, abogado de la ONG AESCO (América – España, Solidaridad y Cooperación).

Todavía le hierve la sangre al recordar a Darling Vélez, una joven colombiana que estuvo a punto de verse obligada a cambiar su nombre porque el juez del Registro Civil Único de Madrid lo consideraba ‘impropio’. «Había adquirido la nacionalidad española y, de repente, se encontró con ese panorama. Se atentó contra su dignidad. ¡Menos mal que supo reaccionar! Interpuso un recurso y la Dirección de los Registros y del Notariado le dio la razón. ‘Darling’ es igual de válido que cualquier otro nombre».

- Le pongo un ejemplo: si un inmigrante quisiera ponerle a su hija ‘Ambulancia’, ¿qué habría qué hacer?

- Respetar la decisión. Si con el tiempo a la muchacha no le gusta, siempre podrá cambiarlo.

A poco que se estudien las estadísticas, se descubren algunas tendencias claras. Por ejemplo, los nombres de origen anglosajón (‘Wilson’, ‘Kevin’, ‘Mike’, ‘Roosevelt’…) son mucho más populares en países como Colombia, Venezuela o Ecuador que en Chile o Argentina. Y, ojo, la grafía puede llegar a ser personalísima: en Colombia se da por bueno ‘Jhon’ en lugar de ‘John’; y en Bolivia se ha popularizado ‘Rosemery’ en vez de ‘Rosemary’.

Ahora bien, las autoridades ecuatorianas han dejado bien claro que no se admiten nombres como ‘Conflicto Internacional’ o ‘Victoria Apretada’. Una medida que no le extraña nada a Ruth Rodríguez, presidenta de la Asociación de Ecuatorianos en Vizcaya: «Había que poner freno a la gente de los pueblos, se oía cada cosa… Pero, la verdad, recurrir al santoral tampoco es solución. En mi familia, a veces se hacía eso y, mire, le pusieron a mi hermano ‘Marcial’. ¡Qué feoooo!». Para gustos, los colores.

Ruth Rodríguez sonríe y suspira cuando se le pregunta por sus preferencias. «Es algo tan, tan personal… Los padres siempre obran con la mejor intención. Yo, por ejemplo, les puse ‘Joel’ (nombre judío), ‘Luis’ (como el padre) y ‘Sandy’ (‘Sandra’ en inglés)». Hasta ahora, dice, están encantados de la vida. Como Stella Maris García, presidenta de la Asociación Argentina en Euskadi (Arvas). No le molesta deletrear cada dos por tres su nombre; ni tener que explicar su significado (‘Estrella de mar’, una de las advocaciones de la Virgen); ni recibir más de una carta dirigida a ‘Stella Maris’, «como si ‘Maris’ fuera apellido».

En su país es muy corriente y gusta mucho entre las actrices. «En mi caso pesó el deseo de seguir la tradición. Mi madre se llamaba ‘Estella’ y, para no repetir, le quitaron la ’e’». Así de sencillo, todo tiene su razón de ser. Stella Maris, por ejemplo, decidió ponerle ‘Larisa’ a su hija, «porque es claro, bonito y original». La pequeña tiene nueve años y se siente orgullosa de su nombre. Es de origen griego, igual que Sofía, Pamela, Mónica, Inés, Catalina, Alicia… Eso sí, el suyo suena menos. Sus padres querían que Larisa fuera única. Y lo consiguieron.

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