El viaje de retorno en la parte trasera de una vieja furgoneta funeraria, sin apenas haber besado la orilla de Algeciras, ni haber hecho realidad alguno de los sueños con los que se embarcan en frágiles pateras miles de inmigrantes. Éste es el punto de partida de la película ‘Retorno a Hansala’, última obra en la filmografía de una de las pocas mujeres que pueden presumir de currículo cinematográfico en España.

Chus Gutiérrez pone en orden una inmensa hilera de esquelas periodísticas en un intento por desenterrar de los gélidos números la verdadera dimensión de una tragedia humana. Y lo hace recurriendo al mestizaje entre el documental y el drama, ese terreno pantanoso en el que han embarrancado tantos proyectos con idénticas intenciones: poner nombre y apellidos a uno de esos cadáveres que la marea arroja puntualmente a las playas españolas.

No está de más recordar que el regreso de la granadina llega avalado por el definitivo impulso de un buen puñado de medallas, lo que le ha permitido alumbrar el estreno de su última película en las pantallas de las salas comerciales. De no haber brillado en el palmarés de la Muestra Internacional de Cine vallisoletana, puede que la historia de Leila y Martín hubiese quedado olvidada, y con ella una de las mejores películas españolas de la temporada.

Ahora bien, es preciso señalar que en el trabajo de Chus Gutiérrez la realidad ‘escogida’ supera en intensidad a la ‘impostada’, y que el trabajo de sus actores, aunque correcto, palidece ante los fragmentos de no – ficción que llenan la mirada del espectador en cada barrido de cámara. ‘Retorno a Hansala’ podría haberse beneficiado de un mayor rigor en la sala de montaje y de un reparto equilibrado del peso entre lo documental y el drama, pero las afinidades electivas de la directora acaban por descubrirse dando paso al melodrama.

Aún así, el viaje a Hansala sigue siendo recomendable para quienes no esquiven la cruda realidad migratoria a golpe de mando a distancia.