Viajeros sin billete de vuelta
Diario de Noticias, 30-03-2009la crisis ha puesto a miles de inmigrantes en el paro, pero muchos de ellos no quieren ni oír hablar de volver a su país. No le asusta la recesión económica ni las invitaciones del Ejecutivo español o las nuevas directivas europeas para volver a sus países de origen. La inmigración es una consecuencia de la pobreza y la alternativa no es mejor. Según datos nacionales, el drama del desempleo está afectando el doble a hombres que a mujeres. Es el caso de Afranio Llanos , que llegó a España procedente de Colombia hace tres años y medio. Ha trabajado de transportista, en la construcción y en una empresa metálica. “Ha parado la producción por completo, las empresas tienen deudas y los bancos no dan dinero”, relata. La única salida es formarse. “Antes acudías con tu currículum a una ETT y te mandaban a trabajar, ahora te exigen Formación Profesional y experiencia de uno a cinco años, pero si no tienes titulación no les interesa”, indica.
Tiene 47 años, dejó a su familia en Colombia: sus dos hijas que viven del dinero que envía. Paga 260 euros de alquiler en una vivienda que comparte con una mujer que tiene un hijo y que también está en paro.
Es fontanero especializado como técnico en lavadoras, un oficio que no le sirve de nada en nuestro país porque estos aparatos “aquí se tiran, no se reciclan”. Arrastra dos meses en paro y está a la espera de que se mueva el mercado porque “en la construcción se ganaba dinero y se movía trabajo”. Entre tanto se ha apuntado a varios cursos de soldadura y electrónica. “La gente se está formando porque están pidiendo mayor especialización a la hora de trabajar”, afirma. En dos meses se le acaba el derecho a desempleo (650 euros) y recurrirá al subsidio. “Me han dicho de la empresa donde trabajaba que igual en junio tienen noticias porque van a hacer nuevos barrios residenciales y habría dos o tres años de trabajo…”. La crisis no trae nada bueno, advierte: “Ésto tiene que reventar por algún lado porque en mi país la experiencia ha sido negativa y, cuando no hay trabajo, la delincuencia se apodera de la sociedad”.
Su análisis del problema en el sector de la construcción es que ya no contratan a empresas pequeñas sino que las grandes cogen mano de obra directa y las de menor tamaño (pintura, fontanería, etcétera), a las que no les prestan dinero ni entran en concursos públicos, “se están yendo a pique”. “Era una cadena de empleo que se ha roto”, añade.
Sara Driouche, de 19 años, vino de Marruecos hace cuatro años, ha ocupado diferentes empleos, aunque ahora lleva seis meses en el Inem. Comparte su vivienda con un grupo de amigas. Ha empezado un curso de geriatría. Su sueldo es importante para mantener a su familia pero no hay ninguna salida. “La crisis nos afecta especialmente a quienes no hemos tenido empleo regular”, dice.
los primerosPatricio Cárdenas vino de Ecuador hace ahora diez años. Los ecuatorianos fueron los primeros latinos que abrieron brecha. Ha ido rotando de trabajos hasta conseguir un contrato indefenido en un concesionario de vehículos. Arrastra tres meses de paro. “Trataremos de seguir adelante. Esperamos que cambie la situación porque en un año puede haber mejoras en la economía y allí es más complicado todo”, asegura. Tiene 50 años y su mujer Judith Basantes acaba de llegar a Navarra por la vía de la reagrupación familiar. “No esperábamos esta crisis, los papeles los hicimos en julio del año pasado”, indican. También su sobrino Carlos Cárdenas ha viajado en el peor momento. En Ecuador dejaron dos hijos mayores que estudian en la universidad, el mayor estudia Medicina y le gustaría venirse a España. Patricinio no se marchó de Ecuador por motivos de trabajo, ya que era comercial y tenía su propio negocio, sino por razones políticas. Cuenta con seis meses de desempleo y van a “aguantar” porque “no faltan ganas de trabajar”. Les gustaría estabilizarse pero no va a ser fácil.
Amaru Diop tiene 29 años y es de Senegal. En Dakar estudió para contable sabiendo que el ciudadano africano que no sabe leer ni escribir no emigra, porque no se ve en condiciones de hacerlo. Vino a Algeciras hace dos años con un contrato de trabajo para trabajar en una empresa y se dedicaba a la limpieza del puerto. El trabajo terminó y se vino a Navarra donde se habían instalado sus tíos, empleados en una fábrica. Ha conseguido los papeles y “si tuviera un trabajo me gustaría quedarme”. “En Senegal podía trabajar pero no hay muchas oportunidades para progresar”, y Navarra es una comunidad “pequeña y cómoda” para vivir. Se forma como ayudante de cocina y soldador y le gustaría crear su propia empresa. Su viaje a Europa no tiene billete de vuelta. Y el ordenador se ha convertido en la única ventana de comunicación con su África natal.
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