ourense

Cuatro mil euros de solidaridad

La Voz de Galicia, M. Vázquez, 28-03-2009

El dinero recaudado por un colectivo de inmigrantes para repatriar a Brasil el cadáver de la mujer asesinada en Ourense se destinará a la educación de su hija

La solidaridad tiene una cifra: cuatro mil ciento sesenta y siete euros. Son los que ha conseguido reunir un colectivo de inmigrantes de Ourense que pretendía recaudar dinero para la repatriación a Brasil de María Socorro da Silva, asesinada en Rioboo el pasado 11 de febrero.

Moneda a moneda y billete a billete, han sido muchos los ciudadanos anónimos – muchos inmigrantes, como María Socorro, de 26 años – que han querido poner su granito de arena para un objetivo que finalmente no se podrá alcanzar, ya que el juzgado que lleva el caso de María Socorro ha decidido que el cadáver de la joven permanezca enterrado en Ourense por si fuera necesario realizarle una nueva autopsia.

Perdida la batalla, de momento, de la repatriación, las promotoras de esta iniciativa han decidido que el dinero recaudado en la cuenta solidaria, además del que se ha recogido de las huchas colocadas en locutorios, tiendas e incluso clubes de alterne de la ciudad, se destine a la educación de la hija de María Socorro, que acaba de cumplir ocho años.

Ayer mismo, a las diez de la mañana, la madre de la víctima acudía a la oficina bancaria en la que se había abierto la cuenta. Sorprendida por la generosidad de personas a las que ella ni siquiera conoce, María Lindalva Silva presenció cómo el director de la sucursal, a petición de las organizadoras de la colecta, ordenaba la transferencia del dinero recaudado a una cuenta a su nombre de un banco brasileño.

Un futuro mejor

Aunque cuatro mil euros no solucionarán la vida de la pequeña, su abuela se encargará – así lo ha prometido – de administrarlos bien para que cundan el máximo posible. De momento, la prioridad es proporcionar a la niña una buena educación y, en definitiva, unas perspectivas de futuro que no son demasiado alentadoras para la mayoría de los habitantes del pequeño pueblo de Bacabal, en Brasil, del que María Socorro tuvo que marcharse hace años para encontrar una vida mejor. No lo logró, pero quizás su hija tenga ahora otra oportunidad.

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