REPORTAJE

'El pequeño Caribe' le pone velas rojas a Luisito

Decenas de personas se concentran enel lugar donde fue tiroteado el joven

El País, REBECA CARRANCO, 22-03-2009

Al bajarse del coche Faustino Polanco, la pandilla de amigos de su hermano Luis, asesinado el pasado viernes con dos tiros en la nuca, corre a darle la mano y abrazarle. “Ha sido un abuso”, repiten, con la gorra ladeada en la cabeza pero sin ajustar y los pantalones caídos. Hacen corrillo en la calle de Topete (Tetuán), en torno a una fotocopia de una fotografía de Luis, justo donde el viernes fue tiroteado.

Luis Polanco tenía 22 años, cumplía los 23 en noviembre y era de origen dominicano. Ayer en su barrio de adopción, conocido como El pequeño Caribe, todo eran llantos, velas rojas y versiones dispares de lo que pasó.

En El pequeño Caribe hace calor. Apenas son tres calles (Almansa, Topete y Tenerife, detrás de la parada de metro de Cuatro Caminos), repletas de morenitos, como se llaman entre ellos los dominicanos. Abundan los locutorios, las peluquerías especializadas en trenzas, los bares donde suena bachata… El 28% de los 157.000 habitantes que tiene el distrito de Tetuán son extranjeros, más de 3.300 dominicanos, la segunda nacionalidad más abundante, después de la ecuatoriana (5.984).

Luisito, como le llamaban sus amigos, no vivía en la zona. Pero la frecuentaba mucho. Ahí tenía su gimnasio, su mecánico, su locutorio, su billar, su establecimiento de lotería… Ahí conoció a Ariane, de 19 años. Con la joven esperaba una hija que nacerá en abril. Y ahí murió de dos tiros.

“Yo le dije: ¿dónde vas? Si tienes a tu mujer a punto de parir. Si se pone mal y tienen que ir al hospital, ¿quién la va ayudar?”, recuerda su padre que le dijo el viernes. Los dos habían estado en la casa de Luisito y de Ariane, en la calle de Hortaleza, acabando de pintar y de prepararla para cuando naciera la niña. Pero no hubo forma, el chaval se fue a Cuatro Caminos.

“Quería ir al gimnasio y recoger la moto que le estaban arreglando”, indica su primo. Cuando llegó, sobre las seis y media de la tarde, la moto no estaba lista. Así que se puso de cháchara con varios amigos del barrio. “Estuvo jugando a la pelota con mi chamaquito”, contaba uno de los vecinos que le rendían ayer homenaje en la calle.

Lo que pasó después no está nada claro. Oficialmente, las personas que quieren a Luis contaban que, sin venir a cuento, un hombre con una pinta extraña se acercó y le disparó a traición por la espalda; otra de las versiones dice que Luis le pidió tabaco para liarse un porro y el tipo le disparó; que el agresor quería matar a un morenito; otros cuentan que le pidió la identificación, Luis se negó y el hombre le mató.

Pero cuando nadie escuchaba atentamente, los lugareños contaban entre dientes otra versión de las cosas. El presunto autor, Luis T. C. , de 38 años, vigilante de profesión, llevaba parte de la tarde por la calle de Topete y la calle de Carnicer. Hablaba con el móvil, intermitentemente, se acercaba a los chavales. Tenía una actitud sospechosa y encima era español. “¿Qué hacía un español en Cuatro Caminos?”, repetía ayer un amigo del muerto. Eso les hizo pensar que se trataba de un policía que quería pillarles vendiendo drogas.

Según esa versión, el hombre se acercó a Luisito y le pidió cocaína. “Yo no vendo nada. Anda, déjame, chivato”, dicen que le contestó, y se giró, con las manos en los bolsillos. El otro hombre sacó el arma y le disparó dos veces en la nuca. Luis cayó de espaldas y murió poco después.

“¡Papi, le explotó a Luisito!”, corrió Miguel, el niño que había jugado con él al balón un rato antes. El cuerpo yacía en el suelo y el presunto autor huía, caminando por Topete. Los amigos le persiguieron.

“El tipo les encañonó, pero se le encasquilló la pistola”, explicó ayer Faustino, de 24 años, hermano de Luis. Había salido a la puerta del bar que regenta su familia en Vallecas. De dentro llegaban los gritos de desesperación de su madre y los zapatazos contra el suelo, impotente ante la muerte de su hijo. “La única explicación es que el hombre le haya confundido con otro. Él no tenía deudas con nadie”, insistió.

La rapidez de la policía evitó que el viernes fueran dos cadáveres en lugar de uno. “Si hubieran tardado más, le matan”, explicó su padre. En el momento de la detención del agresor tuvo que acudir una unidad de antidisturbios. Los jóvenes dominicanos se pusieron a zarandear el coche de la policía en el que se llevaban al detenido y acudieron en tropel a la comisaría.

Una de las chicas que presenció la agresión ayer no podía dejar de llorar. Ariane, en cambio, aguantaba dura como una roca el pésame de sus amigos, de pie, rindiendo tributo a su novio. Antes de bajarse del coche, su madre le había advertido: “Ahora no te vayas a poner a llorar”. Ariane no tiene empleo, su suegro tampoco. Y tampoco lo tenía Luisito. A veces echaba una mano a su padre como pintor o ayudaba en el bar, según su hermano. La policía revela que tenía antecedentes por robo y lesiones. “Una vez cogió unas ropas en El Corte Inglés”, reconoció su hermano. El supuesto agresor no tenía antecedentes.

Para Ana Mercedes Peralta, su hijo Luis, el segundo de tres hermanos, era el mejor. “¡Me han roto el corazón!”, sollozaba. “Era su hijo preferido, el que más se ocupaba de ella y le daba 50 euros cuando lo necesitaba”, recordaba su padre. La lista de virtudes de los que le conocían es interminable: bueno, alegre, amable… “No tenía ni media libra”, añadía uno de los muchos hombres que hacían corrillo recordando al joven. La mayoría decía no explicarse lo sucedido. Aunque alguno, a media voz, aseguraba que se veía venir: “Luisito o iba a acabar así o estrellándose con la moto”.

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