CRISIS EN MADRID / Comer de la caridad
Los nuevos pobres tienen hambre
El Mundo, , 20-03-2009Cientos de desempleados acuden a los comedores sociales de Madrid al verse incapaces de afrontar el coste de los alimentos. En la cola para conseguir un plato caliente hay muchos inmigrantes, y cada vez más españoles No tener dinero ni para comer. Una dura realidad a la que ya están acostumbrados los trabajadores de los distintos comedores sociales que existen en Madrid. Todos los días, los encargados de uno de estos centros, el de la Hermandad del Refugio, ubicado en la Corredera Baja de San Pablo, ven desfilar a centenares de hombres y mujeres que buscan un plato de comida caliente. Un privilegio que, en este caso, está reservado para los 90 primeros de la cola. Los otros 200 usuarios, que también esperan su turno, tendrán que conformarse con un simple sandwich. No hay menús infinitos.
Pero, para muchos de ellos, las cosas no siempre fueron así.«Antes trabajaba como señora de la limpieza. Hace tres semanas perdí mi empleo. Me da vergüenza venir, pero necesito ahorrar para que no me echen de mi piso», dice una usuaria que espera su turno para pasar al viejo edificio de ladrillo donde podrá aplacar su hambre.
Lo cierto es que su apariencia no recuerda ni mucho menos a la de una mendiga. La mujer lleva zapatos de tacón y va ataviada con una falda de cuadros a juego con su chaqueta. «No quiero que mi familia sepa lo mal que estoy, prefiero no decirles nada y esperar a ver si tengo suerte y me sale un trabajo», añade.Tras recoger la bolsa con su bocadillo, se va a su casa rápidamente para comérselo allí. No quiere quedarse en el centro. «Me da un poco de miedo la gente que viene aquí», explica la mujer a modo de disculpa.
Empresa quebrada
No es la única que está en una situación tan calamitosa. Al igual que ella, otras muchas personas, debido a la virulencia de la crisis económica, se han encontrado de la noche a la mañana compartiendo mesa y mantel con indigentes.
«Yo era electricista, Hace tres meses empezaron las vacas flacas y mi empresa quebró. Mi jefe no me hizo ni los papeles para el paro y ahora no cobro ninguna subvención», aclara compungido un hombre que parece rondar los 30 años de edad.
Otro individuo que aguarda cola a su lado manifiesta que él antes era albañil, pero la obra se terminó y no le ha salido nada desde entonces. «Tengo casi 60 años, es muy complicado que nadie me vuelva a contratar», se queja el ex obrero con un marcado acento portugués.
Estos nuevos pobres se distinguen con facilidad de los usuarios crónicos que suelen ser los clientes habituales de este tipo de centros de beneficencia. Su aspecto es mucho más pulcro dado que, en general, la mayor parte aún conserva un techo bajo el que cobijarse, ya sea un hostal o un piso de alquiler. Nada que ver con los sin techo, que pueden llevar incluso una década durmiendo en la calle.
La totalidad de la gente que se ha visto obligada a recurrir a la comida gratuita en los últimos tiempos no tiene muchas esperanzas.Al contrario, teme que su situación personal empeore aún más.«Si me echan de casa tendré que acudir a algún albergue», comenta el electricista en paro mientras observa con cierto espanto a un vagabundo con el que, en breve, va a compartir el rancho.
Pero, aunque algunos de los comensales más recientes marquen las distancias con sus colegas de cola, para los responsables del comedor todos son iguales: más bocas que alimentar. «Hay de todo: africanos, europeos del Este, sudamericanos y sí, un montón de españoles. Sin duda hay más gente que antes», comenta uno de los trabajadores que se encarga de velar por que se mantenga el orden en la fila.
Su tarea no es sencilla. «En general se portan bien. Evitamos que entre gente borracha y la Policía se pone en la entrada para atajar cualquier problema», puntualiza. El sistema es sencillo: «Los primeros que llegan comen caliente. Al resto les damos un colacao, bocadillo y un pastelito», destaca. Esto explica las largas colas que se suelen montar antes de las siete de la tarde, cuando el comedor abre sus puertas.
Por otra parte, el simple hecho de poner un plato en la mesa representa todo un problema. Uno de los empleados del centro de acogida e integración social Santiago Masarnau, en Batán, advierte de que «al mismo tiempo que ha aumentado el número de usuarios, el banco de alimentos se ha reducido por culpa de las difíciles condiciones económicas».
Es más, la situación parece afectar con más dureza a los más vulnerables. «Muchos de los nuevos usuarios son trabajadores inmigrantes de la construcción que han perdido su trabajo y que necesitan ahorrar todo el dinero posible sólo para poder subsistir», concluye este empleado.
Formación laboral
Precisamente, esta misma semana las áreas de Economía y Empleo y Familia y Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Madrid han firmado un convenio para que inmigrantes, jóvenes, discapacitados, mujeres que han abandonado la prostitución, colectivos en situación de exclusión y minorías étnicas puedan mejorar su formación y recibir orientación para entrar en el mercado laboral. La firma del convenio se produjo en el Taller de Hostelería El Madroño, una de las 22 escuelas – taller para menores de 25 años. Allí, 16 mujeres aprenden la profesión de camarero y ayudante de cocina, y atienden un comedor social que da servicio a personas con dificultades económicas del distrito de Vicálvaro.
APOYOS
Multas por comer
El Ayuntamiento espera que la próxima semana se publique en los correspondientes boletines oficiales la nueva Ordenanza de Limpieza.Entre otras modificaciones, la normativa multiplica por 12,5 veces la sanción que hasta el momento estaba establecida por hurgar en la basura. Se pasa de 60 euros a 750. De igual forma, también pueden ser sancionados con multas parecidas aquellas personas que, como por ejemplo los sin techo, guarden cartones o ropa en determinados lugares de la vía pública. Si el agente considera que se trata de basura les puede multar por no tirarlo en los contenedores.
Del comedor social a…
>En la imagen de arriba, cola para recibir un plato caliente en un comedor social del barrio de Chueca. La crisis ha hecho que la asistencia a estos centros de beneficencia, privados o públicos, se haya disparado. Desempleados y todo tipo de excluidos sociales son sus ‘clientes’.
…la búsqueda en la basura
>Revolver en los cubos de basura en busca de comida es un fenómeno cada vez más frecuente en las calles de Madrid. Es una estampa que parece surgir de la posguerra de los años 40. En la imagen de abajo, varias personas buscan comida que tiran los supermercados en la avenida de San Diego.
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