Grupos de voluntarios ultras patrullan de noche por la periferia de Roma para reforzar la seguridad ciudadana

El Periodico, ROSSEND DOMÈNECH, 19-03-2009

La cita es a las nueve, ya de noche. Están Mónica, Francesca, Sabrina, Flavia, Rossanna y otra Mónica. En el penacho de sus gorras luce la insignia de La Destra, partido legal situado en la extrema derecha. Unas llevan tacones altos, otras las uñas pintadas y todas visten llamativos chalecos de un naranja reflectante.
En sus manos llevan linternas y móviles. Forman una de las rondas rosa de la capital italiana. Su objetivo es vigilar y, si acaso, avisar a la policía. El parque de la Caffarella, de 2.500 hectáreas, se encuentra en una zona periférica de Roma y está repleto de ruinas de palacios, catacumbas, templos y estadios. La comitiva tiene tintes de bombero, guardia forestal, brigada municipal y campistas que regresan a sus tiendas, todo a la vez.
“Yo tengo siempre miedo y miro continuamente hacia atrás”, dice la más joven. El 14 de febrero, en pleno día, unos desconocidos violaron a una adolescente de 14 años que celebraba con su novio el Día de los Enamorados.

Encapuchados
Dos días después, unos 20 jóvenes encapuchados y armados con barras de hierro la emprendieron contra una tienda de kebab y cinco rumanos del barrio. En Sacrofano, al norte de Roma, las víctimas de otros rondistas fueron dos rumanos. En Guidonia, a 15 kilómetros de la capital, los carabinieri frenaron a otros voluntarios exaltados.
Días antes, el Gobierno de Silvio Berlusconi había aprobado la posibilidad de formar grupos de voluntarios. Y, a partir de entonces, las rondas proliferaron en toda Italia, así como las rondas antirrondas, de ciudadanos que creen que el orden público es labor de la policía.
En el norte del país, la Liga de Umberto Bossi lleva años promocionando grupos civiles de vigilancia y la mayoría de los ciudadanos están satisfechos. “Son como las ambulancias”, explica Roberto Calderoli, ministro de aquel partido, aunque no todos aprueban este autoservicio de la seguridad.
La patrulla de mujeres, con edades que van desde los 18 hasta los 45 años, entra en el parque y sus linternas iluminan pájaros asustados, árboles y arbustos secos, basuras abandonadas. A una cierta distancia, sigue otra ronda formada por varones, que vigila para que a las mujeres no les suceda nada desagradable. Asoma una chabola inesperada y una de las jóvenes se pone nerviosa.
Se acercan con circunspección y la registran. Parece recién abandonada; hay restos de comida. Tal vez había alguien que con el alboroto se ha fugado. “No es un caso urgente, lo haremos saber a los compañeros”, dicen. Terminado el paseo, la ronda proseguirá por el barrio. “Ya hemos descubierto cuatro asentamientos ilegales, en los que había 150 nómadas gitanos”, explican.
La ronda durará hasta las once de la noche, pero algunos días se prolonga hasta las cuatro de la madrugada. “Depende de lo que descubrimos”, dicen. “Comenzamos hace año y medio como un paseo para ver si todo estaba en orden”, añade otra. No tienen horarios ni una organización estructurada. Una noche son cinco y otra pueden ser 10. “Quien está, está”, explicará más tarde Stefano Ambrosetti, el organizador, quien subraya que “no puede venir quien quiera, sino que debe ser de La Destra”.

La disuasión
Rossanna trabaja como agente comercial, Sabrina vive del comercio ambulante, Flavia trabaja en una farmacia, Mónica es abogada. 3"¿Qué me mueve? Dios, patria y familia", responde la más joven, aunque no frecuenta las iglesias y sobre la patria y la familia pierde el hilo. Menos la estudiante, todas tienen familia. Como Emma Morricone, encargada de las rondas de la provincia, casada y con dos hijos de 10 y 5 años. “Dentro de poco el mayor querrá salir solo y quisiera darle un futuro mejor que este”, confiesa. Se pasa el día preparando las rondas de la noche. “Somos un disuasivo”, puntualiza.
Si uno pregunta por la utilidad de esos paseos nocturnos, si no sería mejor dar más medios a la policía (el Gobierno acaba de recortarle 6.200 millones de euros), responden con una paradoja: “Estamos en contra de las rondas, las hacemos para decir a los ciudadanos: ‘mirad adónde hay que llegar para vivir tranquilos!’”.
Ambrosetti también es contrario: “¡Que den más dinero a la policía!”, clama. Al llegar a casa, le informarán de que la policía le busca porque le han denunciado y puede afrontar cinco años de prisión: una de sus rondas se enfrentó con los guardianes del parque.

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