La crisis multiplica los abusos de los 'furgoneteros', que llegan a pagar tan sólo 20 o 15 euros por jornal
Decenas de inmigrantes pugnan cada día en la gasolinera del Rollo por conseguir trabajo
La Verdad,
,
04-03-2009
Dónde y cuándo: Hoy, a las 22.00 horas, en Canal 6 (canal 45 de UHF en Murcia. TDT: canal 60. Ono Digital: canal 989)
Teléfono de antenización: 968 850006
Dawa mira la lluvia con gesto aburrido. Su vista parece ir mucho más allá del reloj que justo enfrente, en la gasolinera del Rollo, va marcando a paso lento, casi eterno, el amanecer. Las escasas furgonetas que cada mañana se acercan hasta aquí en busca de inmigrantes dispuestos a trabajar por un jornal incierto hace un rato que pasaron. A las 7.00, los que han quedado en tierra – la gran mayoría – saben que se enfrentan a un nuevo día sin expectativas. Aguantarán aún un rato, hasta las nueve o las diez, en este lugar. Después, muchos irán al comedor de Jesús Abandonado en busca de un plato caliente. Dawa está hoy poco acompañado. Es fácil que aquí se junten 50 o 60 personas desde antes incluso de las seis de la mañana. Pero la lluvia y el frío húmedo han hecho que en esta ocasión muchos busquen refugio antes de lo habitual.
Sin embargo, este joven subsahariano de 23 años, originario de Mali, se mantiene impertérrito bajo el agua junto a un grupo de compatriotas. No tienen un techo en el que resguardarse. Duermen bajo un puente cercano desde que tuvieron que abandonar el piso de alquiler porque no podían pagarlo. «Vivíamos cuatro personas en una casa en Beniaján, y nos costaba 500 euros. Pero eso era cuando de vez en cuando encontrábamos trabajo. Ahora no hay nada». La crisis ha mandado al paro, sobre todo en el sector de la construcción, a más de 15.000 inmigrantes en la Región, según los datos que ayer hizo público el INEM. Muchos de ellos tratan ahora de encontrar empleo en el campo, así que los subsaharianos se encuentran con una competencia contra la que no están en pie de igualdad. Ellos sufren los efectos más crueles de la situación económica, porque carecen de papeles y no tienen acceso a subsidios.
Su vida en Murcia nunca ha sido fácil. Dawa llegó hace tres años y ha pasado muchas mañanas en el Rollo. Pero nunca las cosas se habían puesto tan cuesta arriba como ahora. Las decenas de subsaharianos que acuden a esta gasolinera pueden pasar semanas, o incluso meses, sin que un furgonetero los recoja. Cuando tienen suerte, se enfrentan a una jornada laboral que puede ser interminable, y que no suele llegar a los 25 euros.
Cada vez más quejas
«Nos pagan unos 20 euros», explica Dawa. A su lado, algunos compañeros hablan incluso de 15. Es una explotación en toda regla, porque el convenio agrícola fija el precio de la hora en 6,14 euros. Al día, no menos de 48 o 50 euros, más del doble de lo que estos inmigrantes sin papeles pueden llegar a aspirar.
Las víctimas de estos abusos tienen pocas opciones, porque trabajan sin contratos y son situaciones difícilmente demostrables. Muchos acuden a organizaciones como la Asociación de Senegaleses, que trata de defender sus intereses. «Nos llegan cada vez más quejas por la explotación de los intermediarios», explica Mady Cisse Ba, presidente de esta ONG. El problema de estos trabajadores es que llegan a los campos a través de personas – normalmente también inmigrantes , aunque de otras nacionalidades – que actúan como una especie de subcontratistas. De esta forma, los jornaleros no tratan directamente con los empresarios, sino con estos intermediarios que, a veces, les engañan por completo. «Hay compañeros que han estado uno o dos meses trabajando y luego no les han pagado ni un duro», cuenta Dawa. Pese a todo, es optimista. «Esto tiene que cambiar; la crisis no durará toda la vida». El callejón en el que él y sus compatriotas están metidos, sin embargo, tiene difíciles salidas, porque sus posibilidades de regularizar su situación son muy escasas.
Muchos inmigrantes están haciendo las maletas conscientes de que la tormenta puede durar aún mucho tiempo. Las estadísticas, tanto del padrón como del Ministerio del Interior, demuestran que de momento la entrada de personas se ha frenado.
Por ahora, Dawa está decidido a quedarse en España, aunque asegura que la situación en Mali ha mejorado en los últimos años. Toda su familia vive allí, y él aspira a regresar a casa con algo más que unas manos vacías. Por eso, cada mañana saca fuerzas y, venciendo a la desesperanza, se planta frente al reloj de la gasolinera del Rollo con la esperanza de que algún día marque la hora y el minuto en que su suerte cambió.
Título: Latidos Urbanos
(Puede haber caducado)