"Sólo quiero trabajar"
Diario de noticias de Gipuzkoa, 03-03-2009HAY dos tarjetas que resumen su vida actual y su pesar. Yassine El Arbaoui echa mano de la cartera para sacar el permiso de residencia y la txartela de socio del centro cultural Koldo Mitxelena de Donostia. A simple vista, ninguna relación parece establecerse entre ambos documentos, pero la conexión existe. Necesita trabajo para renovar el permiso, que vence el 20 de marzo, y se pasa todo el día en la biblioteca, rastreando entre un montón de periódicos a la espera de que salga un empleo, presa de una ansiedad que resulta insoportable. “Lo único que quiero es trabajar. Jamás había imaginado que la situación iba a estar tan complicada”. Arbaoui es un chaval de pocas carnes, extremadamente delgado. “Mira cómo me estoy quedando”, maldice señalando un rostro enjuto cincelado por las penurias que soporta desde que recaló hace dos años de su Marruecos natal.
La charla tiene lugar en una salita del centro de atención al inmigrante Laguntza Etxea, gestionado por Cáritas en el barrio donostiarra de Intxaurrondo. A ella invitamos a pasar a este joven de 27 años, robándole unos segundos de su clase de español, que tanto necesita. De fondo se oyen los gritos de la profesora, que parece dirigirse a una audiencia adormecida. Él confiesa que es algo que les ocurre con frecuencia. No pegan ni ojo y habitualmente ceden al cansancio en medio de la clase.
miedo al paso atrás
“No vuelvo a mi país”
Arbaoui no domina el castellano, pero sólo con preguntarle si se ha planteado la posibilidad de cobrar el desempleo se remueve sobre el asiento como un resorte. “¿El paro? En primero lugar no sé si podría solicitarlo, pero lo que sí sé es que no merece la pena si es a costa de dejar el país y no poder regresar”.
A pesar de que la situación es insostenible para este joven, y de que su familia espera dinero sin saber muy bien en qué situación se encuentra, él rechaza la posibilidad de acogerse a la medida de retorno voluntario impulsada por el Ministerio de Trabajo e Inmigración. Dice que sería como un paso atrás. “¿Volver a Marruecos y comprometerme a estar tres años sin regresar? Jamás”, enfatiza convencido.
El nervio que imprime a sus palabras cede. Arbaoui vence el recelo inicial y deja caer lagrimones como uvas en cuanto se sincera. “Esto no me lo esperaba yo”, insiste. Es como si en el escalafón del trabajo digno hubiera bajado un peldaño por cada ciudad que ha visitado. “Estuve empleado en Castellón como friegaplatos en el complejo Marina d’Or. No me iba mal, pero aquello se acabó. Después marché a Jaén a hacer la campaña de la aceituna, en Murcia recogía melones y recortaba lechugas y aquí aquí ”. ¿Qué decir de Donostia? No encuentra palabras para describir la situación que vive. “Aquí por el momento, nada de nada, y hay mucha gente que está incluso peor, sin papeles, sin esperanza”.
Arbaoui viaja a todos lados con su currículo en la mochila. Ni siquiera sabe ya en cuántas oficinas de empleo lo ha entregado. Estos días duerme en el piso del frío del Ayuntamiento de Donostia, pero el servicio se cierra el mes que viene, y no sabe muy bien cómo se las va a ingeniar para seguir adelante si la situación no mejora. “Mis padres me dicen que mande dinero, pero ni siquiera se imaginan la situación que estoy viviendo”, se despide secando una lágrima para que el resto de compañeros no adivinen un dolor que todos comparten.
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