España no engancha a los hijos de los inmigrantes

Sólo un tercio se considera españoly el 73% prefiere residir en otro país cuando alcance la mayoría de edad

El Correo, MANU MEDIAVILLA, 03-03-2009

España no ha logrado cautivar todavía a los hijos de los inmigrantes. Solamente el 30,5% se considera español y apenas al 27% le gustaría quedarse a vivir en el país al alcanzar la mayoría de edad. Prefieren Norteamérica y otros países europeos. Su percepción más positiva, aunque parcialmente lastrada por la violencia que perturba los estudios, se refiere al sistema de enseñanza. Y la más preocupante tiene que ver con sus bajas expectativas educativas y laborales, que recortan sus ya modestas aspiraciones y pueden alimentar la misma frustración que ha hecho estallar conflictos en Francia o el Reino Unido.

Son datos de una investigación sobre la llamada «segunda generación» de inmigrantes, que continuará con nuevas encuestas a los mismos protagonistas para comprobar su evolución, lo que permite identificar los desafíos de la integración en nuestra sociedad y planear posibles soluciones. De hecho, este «estudio longitudinal» lleva la firma de dos universidades estadounidenses, Princeton y Clemson, que aportan su conocimiento de la amplia experiencia migratoria de ese país, y de la madrileña Pontificia Comillas, cuyo Instituto de Estudios sobre Migraciones es ya una referencia nacional en este ámbito.

La muestra de 6.500 estudiantes es ya estadísticamente significativa, lo que permite sacar algunas conclusiones. La primera, que aún es pronto para hablar de segunda generación en sentido estricto, porque los chavales nacidos en España de padre o madre extranjeros apenas representan el 13% en la investigación. Sería más apropiado referirse a «generación 1,5», como se denomina a los llegados con menos de 12 años, que suponen el 87% y llevan aquí seis años de promedio. La edad media del conjunto ronda los 14. En el 67% de los casos, la familia reside completa en España. En el otro 26%, lo hace solamente con la madre. El hogar sigue pautas típicas, con 3,5 personas sin contar a los padres, de las que 2,3 son hermanos.

Brecha

Para Alejandro Portes, del Centro de Migraciones y Desarrollo de la Universidad de Princeton, coautor del estudio, lo más llamativo son las «modestas aspiraciones educacionales» de los hijos de los inmigrantes. El 53% que desearía conseguir un título universitario queda muy lejos del casi 80% que se registra en Estados Unidos, donde también predomina la inmigración latinoamericana, que supone el 70% de la muestra. «Aspirar es una condición necesaria para llegar», remarca el experto, que subraya además la enorme brecha con las expectativas, ya que no alcanzan el 33% quienes confían en lograr realmente la citada titulación superior. Un 20%, pues, renuncia de entrada a su sueño universitario.

Las aspiraciones y expectativas del alumnado son menores en los colegios públicos que en los concertados, aunque parecen estar influidas especialmente por el «capital humano» de los progenitores, cuya mejor formación – y más aún en el caso de la madre – suele traducirse en mayor «empuje» educativo a sus hijos. Y lo mismo sugieren los datos sobre los «sueños» laborales: el «qué quisieras ser de mayor» se traduce en la enseñanza concertada en un 47,5% de deseos de ocupaciones de alto nivel, frente al 37,6% en la escuela pública, mientras ésta saca más porcentajes en los niveles profesionales medio y bajo.

Pero el relativo conformismo general, precisa Portes, no anula las posibilidades de integración social. En primer lugar, porque las hijas e hijos de inmigrantes pueden discrepar de que España sea el mejor lugar del mundo para vivir (apenas el 23,5% lo cree, frente al 76,5% que no), pero tienen claro que una persona negra tiene tantas oportunidades de avanzar con una blanca (79,5%). Y ni siquiera sienten excesiva discriminación: el 57% no los ha percibido nunca, y solamente el 5% dice que «muchas veces».

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