«Para una mujer inmigrante es mucho más difícil denunciar los malos tratos»

La experta desgrana en Vitoria las claves para prevenir el azote de la violencia de género en la población extranjera

El Correo, BEATRIZ CORRAL, 02-03-2009

Cambiar de país, de cultura y de idioma se convierte en un escollo que no todos los inmigrantes logran salvar. Si a ello se suma el desempleo, la situación irregular y las dificultades económicas pueden surgir los malos tratos. Son las causas que, según la abogada y terapeuta argentina Nilda Susana Gorvein, explican la mayor visibilidad «que no el incremento» de la violencia machista en las parejas extranjeras. La experta ha visitado Vitoria para impartir un taller en el que sensibilizar y prevenir sobre esta problemática.

- ¿Son las mujeres inmigrantes las que más sufren la violencia machista?

- Eso es algo que hay que desmitificar. Lo padecen igual que el resto de la población, lo que pasa es que para ellas denunciarlo es doblemente difícil, primero porque no se animan a hacerlo y segundo porque en muchas ocasiones carecen de papeles y temen que vayan a expulsarlas del país si lo hacen público. Es la incoherencia a nivel legislativo, que envía un doble mensaje: por un lado, que las víctimas denuncien pero, si no están en situación regular, las echamos. Las instituciones también discriminan.

- Pues cada vez se conocen más casos de malos tratos en parejas extranjeras.

- En parte es lógico porque son los coletazos de una situación que se está viendo ahora. En los últimos tiempos ha habido muchos más inmigrantes, la regularización también es problemática y encima la crisis hace que para ellos todo sea peor, lo que provoca más posibilidades de que se produzca violencia de género. También ocurre que los hombres de aquí, cuando se emparejan con una extranjera, a menudo creen que va a ser una mujer sumisa y esperan una relación así.

- Entonces, mujer e inmigrante, ¿doble víctima?

- Bueno, ésa es una lectura que no me gusta. Pero sí se podría decir que están doblemente discriminadas.

- ¿Cómo lo viven ellas?

- Muy mal. Como buenas cuidadoras, quieren que toda su gente esté bien. La inmigración lleva un problema añadido: al salir del país de origen, el panorama cambia por completo, hay que adaptarse a otra cultura. Cuando las mujeres llegan, vienen como avanzadilla, están dos o tres años mientras se ubican y traen a la familia. Entonces, cuando su pareja llega, está acostumbrada a un modelo de relación distinto. En Latinoamérica el machismo está a la orden del día y quieren imponerlo aquí.

- ¿Es entonces cuando surgen los problemas?

- Sí. Ellas están ya adaptadas a una mejor situación, con un trabajo, amistades… y el hombre se encuentra sin trabajar y no conoce nada. Y lo que pasa es que eso no lo aguanta porque hasta entonces él era el que mandaba. Ahora se han cambiado los papeles y algunos hombres no lo aceptan. La violencia contra la mujer responde al fenómeno patriarcal, que tiene muy metido el modelo de dominación de la persona que más poder tiene.

- ¿Cómo puede prevenirse?

- Con la normativa de extranjería actual, mal. Más que nada, debemos intentar escucharlas, orientarlas. Los que trabajamos en estas cuestiones tenemos que estar formados, aprender en profundidad los efectos del proceso migratorio y conocer la ley bien. De ahí estos talleres.

Incomprensión

- ¿En los lugares de origen no hay constancia de esta problemática?

- Se sabe muy poco, porque las mujeres que vienen no cuentan la realidad cuando llaman a sus casas. Llegan con ideas falsas. Pero aquí la gente tampoco sabe lo que le pasa a la gente inmigrante. Debe ponerse las pilas. Ambas partes tienen que hacer un esfuerzo para comprender al otro.

- ¿Y por qué no se intenta concienciar a los hombres?

- Si ya cuesta un horror trabajar con los nacionales, con los inmigrantes es muy complicado y no digamos nada si se trata, por ejemplo, de marroquíes. Y las mujeres son muy reticentes no ya a denunciar, sino simplemente a pedir ayuda. Se podrían hacer más cosas.

- ¿Por ejemplo?

- En muchos Ayuntamientos, sobre todo de los pueblos, no hay áreas de inmigración. Habría que formar a técnicos para que las personas puedan ir a hablar con ellos con confianza, denunciar cualquier problema y saber que no les pasará nada.

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