En la batalla de la frontera

Una veintena de policíasque vigilan los pasos deMelilla han rsultadoheridos en los últimosmeses por ataques demarroquíes que quierenentrar a España

La Verdad, PAULA ROSAS, 01-03-2009

Nochebuena del 2008. Un ciudadano español aparece muerto, con signos de violencia, a pocos metros del puesto fronterizo español de Beni Enzar, en Melilla. Está tumbado en tierra de nadie, la franja neutral que separa España de Marruecos. Es una persona que ronda los 70 años y tiene vendajes en la cara, signo de que se le ha practicado algún tipo de cura médica. La policía española se percata de la presencia del hombre y llama a una ambulancia. Pero los sanitarios no quieren cruzar. La víctima está en tierra de nadie y ahí no tienen protección. Son 200 metros sin ley.

El incidente ilustra bien la situación a la que se ha llegado en la frontera de Melilla, donde los ataques a las fuerzas de seguridad españolas se han convertido en algo habitual. En los últimos meses, 18 agentes han sufrido lesiones debido a pedradas, botellazos e incluso navajazos por parte de descontrolados que ocupan la zona neutral.

La tierra de nadie ha dejado de ser de nadie, y ahí radica el principal problema, denuncian los cuerpos de seguridad. Las autoridades marroquíes, que no reconocen la neutralidad de la franja, la han ido invadiendo progresivamente. Ahora, en la remodelación que se está llevando a cabo de la frontera, una marquesina ha sido plantada en mitad de la zona neutral. Cuando terminen las obras, la frontera estará aún más cerca.

Son las once de la mañana y es un martes cualquiera. Beni Enzar, el principal paso fronterizo, está hasta arriba. Cada día pasan 30.000 personas pero, a esta hora, entran sobre todo mujeres que van a comprar a la ciudad autónoma.

Un grupúsculo de personas se arremolina en torno a las puertas. Tienen vetada la entrada a Melilla, bien porque han cometido delitos en el enclave español o porque han provocado altercados. Algunos esperan a recoger la carga que algún porteador les pasa desde España. Otros simplemente charlan entre ellos. Parecen ociosos. Miran con desafío a las fuerzas de seguridad españolas.

«Son siempre los mismos, los conocemos muy bien. Tienen muy estudiados los ataques y actúan con total impunidad», explica un agente que prefiere no identificarse, mientras devuelve con recelo la mirada desde el otro lado de la valla. El ambiente está cargado. La frontera es una zona caliente donde se mezclan todos los días varios ingredientes ya de por sí explosivos: inmigración, contrabando, corrupción… Un cóctel que necesita pocas excusas para estallar.

«Tal y como se ve ahora, que parece que el día está tranquilo, de repente, se le da la vuelta a alguien porque no tiene permiso para estar en España, por ejemplo, y ya se ha liado», explica el agente. Alguien se planta en medio de la puerta y empiezan a llover las piedras, asegura, mientras intenta recordar cuántas veces habrá tenido que ayudar a cerrar la valla de Beni Enzar para evitar ser apedreados.

Los ejemplos de las veces que «se lía» son numerosos. Recientemente, uno de estos alborotadores intentó cortar el paso a una ambulancia que trasladaba a un enfermo. Cuando un policía entró en la tierra de nadie para apartarlo, decenas de personas intentaron lincharlo.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)