Padre coraje a la marroquí

ABC, LUIS DE VEGA | RABAT, 27-02-2009

Que un padre pierda a su hijo en el naufragio de una patera no es, por desgracia, ninguna novedad en Marruecos. Lo que sí es reseñable es que ese hombre, que además es militar, se atreva a romper su silencio en medio del dolor y dé a las autoridades los nombres de media docena de vecinos del pueblo a los que considera integrantes de la mafia que recluta a candidatos a la emigración clandestina.
Ha ocurrido en la localidad de Guelmín, donde el desierto del Sahara empieza a abrazar al reino alauí. El padre de Mohamed Hruash, el joven fallecido, ha escrito sólo unas cuantas líneas a ordenador en un árabe rudimentario pero contundente.
Además de señalar con nombres y apellidos, la hoja en forma de carta anónima detalla dónde viven esas personas, cuyo grado de responsabilidad deberá ahora ser investigado, según explica a ABC Abdelá El Hairach, responsable de una ONG a quien el autor entregó una copia del texto el pasado domingo.
«Este grupo vive en la avenida El Farsi, cerca de la mezquita Ida. Es responsable del tráfico de niños al extranjero y de empujarles a la muerte», comienza el texto tras la lista de acusados. La misiva va dirigida al gobernador de Guelmín y al jefe de la Gendarmería, a los que reclama que se haga algo para frenar la salida de emigrantes y detener a los mafiosos que los embarcan. Su autoría ha trascendido poco después de ser depositada ante las autoridades. «Juro por Dios que estas personas son los responsables de las muertes de los niños y de empujarles al fondo del mar. Y eso no es un honor para la Monarquía», continúa.
Mohamed Hruash era uno de los pasajeros de la patera que naufragó a una veintena de metros del litoral de Lanzarote el pasado 15 de febrero. De las 28 personas que viajaban fallecieron 22 —14 de ellas menores de edad— y sólo seis lograron salvarse. Habían salido de las playas de Tarfaya, el punto que marca la distancia más corta entre el país magrebí y Canarias. Las gestiones para repatriar los cadáveres, casi todos originarios de Guelmín, se encuentran avanzadas y los entierros podrían celebrarse en las próximas horas.
El Hairach, presidente de la ONG Asociación Sur para la Emigración y el Desarrollo, reconoce que el militar autor de la carta tiene «miedo» por las consecuencias que pueda tener su denuncia pero entiende también que es hora de seguir «rompiendo el tabú de la emigración» en Marruecos.
En este sentido considera que en su país todavía queda mucho trabajo por hacer, sobre todo si se compara con asociaciones «muy avanzadas y que actúan incluso internacionalmente» puestas en marcha en países como Senegal por las madres de los emigrantes ahogados camino de España.
Silencio cómplice
Las familias marroquíes guardan muchas veces para sí el drama que supone la pérdida de uno de los suyos al intentar emigrar. Ese silencio es con frecuencia cómplice, pues no es raro que sea la propia familia la que contacte con alguno de los eslabones de la cadena para lograr que uno de sus hijos alcance el sueño europeo aunque tengan que endeudarse o deshacerse de sus propiedades.
De esa manera se explica que un número tan importante de menores, como en la expedición que zozobró en Lanzarote, haya conseguido hacer frente al pago del pasaje exigido para embarcarse, una cantidad fácilmente equiparable al sueldo anual de un trabajador medio.
En las aldeas, pueblos y ciudades esos traficantes de personas y los que les rodean suelen ser vistos no como vendedores de humo o forjadores de dinero fácil sino como una especie de Robin Hood que, aunque no desinteresadamente, ayudan a los candidatos a la emigración a alcanzar su objetivo. Que la aventura acabe mal no significa que terminen siendo delatados. El caso de este padre de Guelmín es una excepción.

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