«Pensé que me iba a matar»

Una prostituta reconoce en el juicio al hombre que la violó y amenazó con una pistola

El Correo, MARÍA REGO, 26-02-2009

«Por las buenas o por las malas». Éstas son unas de las últimas palabras que, según una joven ghanesa, le dirigió su supuesto agresor la noche en la que fue violada. Era verano, agosto de 2006, y la chica, que contaba entonces con tan sólo 22 años, se encontraba ejerciendo la prostitución en una rotonda del barrio de Arriaga. No era la primera vez que se acercaba a trabajar a este punto pero en esta ocasión, a diferencia de otras jornadas, sus compañeras no acudieron a la zona. Sobre las diez y media, aparecía su primer cliente. La hora del encuentro es uno de los pocos aspectos en los que acusado y denunciante se mostraban ayer de acuerdo durante la celebración de la primera parte del juicio oral en la Audiencia Provincial de Álava. El resto de sus versiones apenas coinciden.

La joven inmigrante aseguró que acordaron mantener relaciones sexuales por 50 euros, pero «al subir a su coche y empezar a hablar, sentí miedo y decidí irme». El presunto agresor, que responde a las iniciales I.P.M., y que tenía 32 años en aquel momento, le acababa de comentar que era «policía» y la joven, que residía en Vitoria sin papeles, sintió que podía traerle problemas, por lo que optó por bajarse del vehículo de su cliente. «Comencé a correr pero me seguía y, al final, accedí a que él fuera en coche y yo andando a su lado hasta una fábrica cercana», relató la chica ghanesa con ayuda de una traductora. Sin embargo, en el camino se cruzaron con otro automóvil y sus planes cambiaron por completo. El acusado, según la declaración de la víctima, la agarró por el pelo y la metió en el coche mientras le advertía de que si no mantenían relaciones por las buenas «sería por las malas». Entonces, «oí que cerraba los seguros de las puertas», recordó. Una medida que, según se comprobó, no impedía abrir el turismo desde el interior.

Golpes en cara y cabeza

Sin embargo, la joven se sintió en ese momento acorralada cuando el supuesto agresor estacionó en una zona de Abetxuko con poca iluminación y apartado de posibles transeúntes. «Yo lloraba y le pedía que, por favor, no», aseguró ante los tribunales. Su miedo aumentó cuando I.P.M. sacó del maletero, al que se podía acceder a través de los asientos traseros del vehículo, una pistola que la prostituta no logró identificar como «de verdad o de mentira». «Me la puso en el cuello y me quitó la ropa. Pensé que me iba a matar», afirmó. El acusado, que apagó el móvil de la denunciante cuando empezó a sonar, violó vaginal y analmente a la chica mientras la golpeaba «en la cara y en la cabeza».

«Al acabar, cogió mi ropa y la tiró al suelo. Yo salí del coche, me vestí y comencé a llamar a mis amigas», contó la víctima. Una de sus compañeras había estado telefoneándola minutos antes porque la había visto de lejos entrar llorando en el coche con un chico, aunque al llegar a su altura «ya se habían ido y no sé si era un hombre malo o policía», dijo esta otra prostituta. Cuando lograron contactar, la violación ya se había producido y varias chicas acudieron al lugar en que se hallaba su compañera que, en un principio, se resistió a denunciar los hechos al residir en el país «sin papeles». La convencieron y, tras acudir ante la Ertzaintza, fue trasladada al hospital Txagorritxu, donde fue reconocida y tratada de diversas lesiones.

Relación por 25 euros

El relato de la víctima fue rechazado de plano por el acusado. I.P.M., militar en activo por aquel entonces e incapacitado ahora por una lesión en la pierna, negó haber obligado a la prostituta a subir a su coche y afirmó que los problemas surgieron en torno a la tarifa del servicio. «Se acercó a la ventanilla del vehículo y acordamos que serían 25 euros, pero cuando acabamos de mantener la relación sexual – sólo vaginal, según su versión – me pidió más dinero», señaló.

El imputado, para el que la Fiscalía pide una pena de 29 años de cárcel, insistió en que había estado hablando previamente de forma cordial con la denunciante pero que, al negarse a pagar mayor cantidad a la acordada, ella comenzó a increparle, por lo que optó por dejar el lugar. «Antes de irse, no se había bajado del coche en ningún momento», apuntó. I.P.M., que afirmó no haber tenido jamás un arma ni licencia para ello, destacó que fue la prostituta la que le guió y decidió el punto donde estacionar el turismo.

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