La Carretera de Cádiz mira a Oriente

Negocio que echa el cierre, local donde pone sus miras un empresario chino. Los establecimientos asiáticos han tomado uno de los corazones comerciales de la capital

Diario Sur, AMANDA SALAZAR, 22-02-2009

Comienzan en la calle Cuarteles y ya no terminan hasta llegar a la barriada de la Paz. Las tiendas chinas se han convertido en la nueva imagen del comercio en la Carretera de Cádiz, donde ya hay hasta quince establecimientos regentados por inmigrantes provenientes del gigante asiático en apenas dos kilómetros. Y eso sin meterse en los barrios, donde los chinos han conseguido hacerse un hueco predominante frente a los locales tradicionales.

Y ya no sólo son restaurantes asiáticos o bazares multiprecios. Estos trabajadores incansables y comerciantes emprendedores han olido nuevas oportunidades en otros sectores y han empezado a expandir su negocio hacia derroteros más amplios en los que, hasta ahora, no habían invertido en Málaga. Se han colado en el sector de la alimentación, haciendo la competencia a grandes marcas de supermercados, y se atreven con tiendas especializadas únicamente en moda, calzado e incluso en teléfonos móviles. En algunos casos, han aprovechado los traspasos de cafeterías o establecimientos que durante años han estado regentados por españoles y a los que ni siquiera han cambiado el nombre en castellano.

El incremento inusual de tiendas chinas es algo que no pasa desapercibido a nadie y que en la Carretera de Cádiz ha llegado de la mano de las obras del Metro y de la crisis económica. El descenso de las ventas ha obligado a muchos negocios nacionales a echar el cierre o a trasladarse a otras zonas de la capital, dejando vacíos locales de gran tamaño, los favoritos de los comerciantes chinos, que han logrado situarse en uno de los corazones comerciales de la ciudad a la espera de que en unos pocos meses las calles vuelvan a abrirse al tráfico. Entonces, se habrán consolidado en una zona estratégica.

«Desde hace un par de años, comercio que se cierra en la zona, comercio que abre un chino», explica José Manuel Hilario, de Alimentación Hilario. Un portal separa el negocio de este tendero de Alimentación Shiyan, regentada por un asiático y que anuncia en su escaparate horario de 10.00 a 24.00 horas. «He contado once tiendas de alimentación chinas en la barriada de Huelin», comenta mientras se queja de que es imposible competir contra los bajos precios y el horario ininterrumpido.

Competencia feroz

Las tiendas chinas, como antes lo fueron las grandes superficies, se han convertido en la pesadilla de muchos comerciantes españoles. No en vano, en el observatorio anual realizado por la Federación de Comerciantes de Málaga (Fecoma), una de las principales preocupaciones para los propietarios de comercios tradicionales es la competencia de los chinos, por detrás de la estacionalidad de las ventas, la falta de aparcamiento y clientes cada vez más exigentes.

La proliferación de establecimientos de estas características en barrios concretos ya es una realidad en grandes urbes como Madrid y Barcelona, donde estos comerciantes se han hecho con calles enteras creando verdaderas China Towns en los centros de las capitales. Pero hasta ahora no había sido tan evidente en Málaga.

Los comerciantes vecinos admiten que se sienten acorralados ante una competencia arrolladora. Ante los horarios de más de doce horas y los precios mínimos, los propietarios de tiendas locales no pueden hacer más que apelar a la calidad de sus productos frente a los de importación. «Los clientes saben que no es lo mismo comprar un pantalón o un jersey en mi establecimiento que en los chinos, porque mis productos, aunque sean algo más caros, serán más duraderos y se nota la calidad de la tela o la lana», señala el dueño de una tienda de moda cercana a un establecimiento de ropa china.

«El problema es que ellos están en la tienda casi 24 horas y los siete días de la semana; incluso en un día de fiesta ellos abren, y al final los clientes terminan comprando porque les ofrecen cercanía y siempre están ahí para cualquier urgencia; nosotros, sin embargo, hemos logrado una calidad de vida que nos ha costado mucho alcanzar y no estamos dispuestos a volver para atrás», continúa este comerciante que lleva 35 años trabajando en la zona de Héroe de Sostoa.

Las dificultades de comunicación con los trabajadores chinos, que desconocen en su mayoría el español, y su carácter cerrado no hacen más que alimentar la rumorología en torno a estos comercios. «Dicen que hay un convenio entre el Estado español y el chino y que no pagan impuestos durante los primeros años», asegura Hilario. «Claro, si ellos no tienen que pagar el IBI, el IVA trimestral o la basura, pueden ofrecer la lata de refresco a 60 céntimos, pero yo no puedo bajar a esos precios», continúa.

Siempre a mano

La voracidad capitalista de estos comerciantes sorprende proviniendo de un país comunista donde, hasta hace pocos años, no existía ni siquiera la propiedad privada. Precisamente, según Enrique Gil, presidente de Fecoma, es esa forma de trabajar en China la que trasladan a España. «Trabajan aquí con el mismo nivel de precariedad que en su país de origen, es decir, más de doce horas al día y sin jornadas de descanso», indica. Por su parte, los clientes no ven con buen ojo que desaparezcan las tiendas de españoles frente a las chinas, pero admiten haber comprado en ellas alguna vez. «Si tienes prisa y no hay nada más abierto, al final caes», asegura Ana María Sánchez, ama de casa. Una razón de peso que atrae a más de un comprador.

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