Traficante traspasa negocio
ABC, , 22-02-2009César Alberto C. H., colombiano de 40 años, debió de pensar que se le había abierto el cielo el día que un colega y compatriota dijo que se marchaba de regreso a su país. Y no por librarse de él, todo lo contrario. Sino porque le dejó en herencia lo más preciado que tenía: su cartera de clientes. A todos ellos le suministraba droga, y en el documento, requisado por la Policía Municipal, se incluían todo tipo de detalles: desde direcciones a nombres, pasando por lugares donde había que hacer las transacciones y precios.
Agentes de la Unidad del Distrito de Centro se encontraban el 28 de enero, a las diez menos veinte de la noche, realizando labores de seguridad ciudadana. Concretamente, por una zona donde el tráfico de drogas es habitual.
En esas labores estaban dos policías municipales cuando se percataron de que un individuo, de apariencia sospechosa, no hacía más que mirar a un lado y a otro, en actitud vigilante, mientras caminaba por la Gran Vía. Luego, se introdujo en un pasadizo, a la altura del número 47. La patrulla policial no dudó un momento en acercarse a él y requerirle la documentación: ya sospechaban que podía estar metido en algún asunto turbio. La actitud del colombiano era de lo más nerviosa. Les mostró una tarjeta sanitaria para identificarse, pero ningún otro documento más. Mientras la Policía Municipal se encontró con él, no hacía más que intentar irse de allí: «Es que tengo cosas que hacer», manifestaba.
Y tanto que debía de hacer ese día, en el que muy probablemente había quedado con uno de sus clientes para una venta. Los funcionarios policiales le cachearon y le pidieron que sacara un objeto que habían tentado a la altura de su cintura. Se trataba de un trozo de pañuelo de papel, que arrojó al suelo. «No es nada», explicó, muy nervioso. No era nada legal, claro, porque dentro del pañuelo había ocho bolsitas de color blanco con precinto verde. En el interior de cada una de ellas escondía cocaína en roca.
Sin papeles
Y así mismo lo tuvo que reconocer César Alberto a respuesta de la Policía. «Es cocaína, y tengo que hacer esto para ganarme la vida», les dijo por toda respuesta. Ante tal situación, los policías le vuelven a preguntar por su documentación personal, y respondió: «Está en mi casa». Pero cuando los agentes le dijeron que tendrían que ir juntos a su domicilio para recoger el documento, el nervioso traficante les respondió: «No tengo que ir a mi casa a por nada», con la voz muy temblorosa. César Alberto, que no tenía papeles tampoco, fue detenido. Tenía arrendada una habitación, con su novia. Pero sólo el detenido tenía la llave que abría el candado de la habitación. Pero el candado estaba abierto, aunque la novia, Sally, se apresuró en cerrarlo. Llevaba un billete falso de 200 euros.
Finalmente, en la habitación se hallaron 9 gramos de cocaína en roca; una bolsa con otros 5,5 gramos; un pañuelo de papel con marihuana dentro, así como tres bolsas con cocaína y otra sustancia marrón; 1.305 euros; 20 dólares; dos básculas de precisión para el corte de la droga; tres teléfonos móviles; una cámara digital; y un ordenador personas; una PlayStation… Y cinco papeles de color naranja con anotaciones; otra hoja con teléfonos y notas manuscritas; otro papel con nombres de personas, y cuatro albaranes y media cuartilla con diversas cantidades apuntadas.
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