«Mi cuerpo es de perro callejero»
Jesús María Giraldo abandonó su negocio de complementos para cochesen Colombia para ejercer de limpiabotas en el centro de Vitoria
El Correo,
,
22-02-2009
Con acento exageradamente de allá y entonación cantarina, el colombiano Jesús María Giraldo narra los motivos que le han traído hasta acá mientras lustra los zapatos del cronista. La gente que pasa entre la Virgen Blanca y la plaza de España, tarde soleada que levanta el ánimo, mira la escena con el asombro que produce revivir imágenes que se creían ya perdidas en pleno corazón de la capital alavesa. El hombre de Medellín, abuelo ya a los 48 años, es ese limpiabotas que podrán encontrarse en cualquier arteria de El Ensanche. De momento cobra a dos euros una tarea de resultados estéticos.
Además de dejar el calzado como se miman las patenas, a Jesús María siempre le quedará el recurso de escribir un diccionario colombiano – español plagado de dichos y advocaciones labrados en su tierra. «Me vine porque tengo la familia acá. Vivo en el Casco Viejo con una hija y el yerno. La primera que llegó a Vitoria fue otra hija mía, que es auxiliar de Odontología. En Bogotá yo tenía un almacén de radios para coches, lujos para carros que les decimos nosotros».
Asegura que él se encontraba bien en Colombia, que cedió a la llamada de la sangre y que no caben arrepentimientos después de las decisiones. «Lo pensé mucho para venirme. Lo hice por mis nenas, mis hermosas muñecas, porque saber valorarse y valorar el cariño son cosas que no compra el dinero. Hay mucha gente en mi país que no desaprovecharía la oportunidad de venirse y la peor diligencia, don Ángel, es la que uno no hace en la vida».
Así que dejó su negocio comercial en Bogotá para ejercer aquí, desde hace dos meses, el mismo oficio que ya desempeñó anteriormente allá. «Limpiar zapatos es un arte que ya ejercí en mi país. Era el sostén para costear los estudios de mis hijos».
- ¿Le compensa el traslado?
- En mi tierra se dice que p’atrás, ni p’a coger impulso, don Ángel. Por algún lado hay que sacar la cabeza. Yo tengo un refrán rebuenísimo. El cuerpo y el estómago míos son de puro perro callejero.
Pateador infatigable
Jesús María vive en Vitoria con un permiso de residencia que caduca allá por diciembre. Pero aún le falta el de trabajo. Y mientras tanto, para colaborar con los gastos domésticos de su hija y yerno, recurre a los betunes, desliza el trapo con destreza y sacude el cepillo a conciencia. El calzado, tras el paso por sus manos, parece más nuevo que cuando lucía en el escaparate de la tienda. «Yo, de hambre no me muero. Me pateo todo el centro, voy a la estación, a El Boulevard, a Lakua, a Santa Lucía… Con razón me dicen mis hijas que me ven bien de físico».
Calcula que obtiene al día en torno a los veinte euros, pero cree que la publicidad de su teléfono movil (678 – 847939) puede depararle los beneficios mayores que necesita. Entretanto trata de adaptarse a la capital alavesa a contrarreloj. «Necesito tiempo y plata porque un pelado no sirve para nada. Yo creo que esto me acabará dando dinero, Ave María». Pese a todo ello, el limpiabotas colombiano habla de Vitoria como «la machera» que, traducido al castellano peninsular, viene a significar «lo mejor».
Confía en sobrevivir acá con su adaptación camelónica al medio. De lo contrario, piensa en Barcelona – donde acompañó a su hijo hace dos semanas – , Madrid o Valencia. A Bogotá o Medellín sólo calcula, de momento, regresar por navidades y a modo de visita.
- ¿Qué añora de su país?
- Una mujer que me conseguí allí. Yo adoro a mi reina. Pero acá no me la traigo porque es costeña y friolera. Se me muere esa mujer aquí.
- ¿Y no ha pensado alguna noche por qué me tuve que venir a recorrer calles día y tarde con las herramientas del limpiabotas?
- No, no me arrepiento. Esas son palabras mal dichas. Eso lo castiga mi Diosito, don Ángel.
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