El apoyo psicológico a una familia rota
Tres profesionales formaron parte del servicio deasistencia que se centralizó en el hospital comarcal
El Correo,
,
20-02-2009
Dos psicólogos y una psiquiatra atendieron ayer a la docena de inmigrantes rumanos que se congregaron, visiblemente nerviosos, en el hospital de la ciudad. Eran los allegados más directos de las cuatro personas muertas y las dos heridas en el incendio. Al Santiago Apóstol habían conducido poco después de las ocho de la mañana a los dos heridos, dos varones de 26 años, ambos con importantes quemaduras en distintas partes del cuerpo.
La Junta había actuado contra el reloj. Ya en los primeros compases decidió la puesta en marcha de un servicio de asistencia psicológica a los familiares de las víctimas. Con ese objetivo se desplazaron con urgencia desde Valladolid dos profesionales del 112 de Castilla y León. Su llegada aconsejó rechazar una oferta del Servicio de Asistencia Psico – social de la Cruz Roja para trasladar personal especializado desde Logroño. «Les hemos dicho que no necesitábamos que vinieran», explicó un voluntario mirandés.
Una vez en el centro, a los psicólogos se sumó la psiquiatra del hospital. La administración de una pastilla tranquilizante, un ‘Trankimazin’, a una de las mujeres de mayor edad del grupo – al parecer, madre y abuela de las víctimas – fue su intervención más inmediata, aunque en el rato que estuvieron allí se aplicaron los protocolos de actuación establecidos y se prestó la cobertura propia de este tipo de sucesos.
Sin embargo, su actuación resultó forzosamente breve. El rápido traslado de los heridos – tras una primera atención en las salas de Urgencias ambos fueron evacuados a dos centros sanitarios de mayor envergadura, en Bilbao y Burgos – , trajo consigo la marcha casi inmediata de los familiares.
En helicóptero
Fueron apenas dos horas y media de febril ajetreo en el Santiago Apóstol, que hacia las 11.30, sin embargo, había recuperado ya la dinámica de un día habitual. Eso sí, el trágico suceso vivido en la ciudad centraba todos los comentarios en las salas de espera. «A uno de los los heridos han venido a buscarle con un helicóptero», contaba luego la vendedora de la ONCE, apostada a la puerta del centro. A.C.V. fue llevado al General Yagüe. Las quemaduras de J. B. V., su cuñado, obligaron a desplazarle hasta el hospital vizcaíno de Cruces.
Dos asistentas sociales del Ayuntamiento acompañaron a los familiares hasta las dependencias de la Casa Consistorial, en donde la Corporación habilitó para su estancia la Sala de Permanentes. El alcalde de la ciudad, Fernando Campo, mantuvo con ellos un encuentro hacia el mediodía acompañado por responsables y técnicos del área de Servicios Sociales.
Mientras tanto, en la Plaza de España, frente al edificio del Ayuntamiento, permanecían concentrados en corrillos otras inmigrantes de origen rumano de la misma familia, aunque menos allegados. Cautelosos, callaban o se mostraban bastante herméticos ante la llegada de los periodistas.
«No, todavía no sabemos cuando se celebrarán los funerales. Nosotros no podemos decidir. Estamos a la espera de que llegue el padre de las dos chicas», señalaba en un castellano algo más fluido uno de ellos, a quienes los demás habían encargado entenderse con el informador. «Sí, venimos todos de Timisoara, al Oeste de Rumanía», contaba.
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