Caída de remesas afecta economía de comunidades  

Prensa Libre, 18-02-2009

La baja en las remesas que envían los migrantes guatemaltecos en EE. UU. y las deportaciones masivas comienzan a repercutir, en forma negativa, en poblados guatemaltecos, cuyo bienestar depende en exclusiva de esos ingresos, que este año podrían caer un 3.5 por ciento, según previsiones preliminares del Banco de Guatemala.

En el 2008, los 1.3 millones de connacionales que viven en Estados Unidos enviaron al país más de US$4 mil millones en concepto de remesas, los cuales fueron invertidos por sus familiares en construcción de viviendas y apertura de negocios, en municipios de Quetzaltenango, Huehuetenango, Quiché, Sacatepéquez y Chimaltenango, entre otros.

Sin embargo, el año pasado también fueron deportados 27 mil 875 connacionales de territorio estadounidense. El impacto de esas expulsiones, de la crisis económica y del desempleo que se vive en EE. UU. comenzó a sentirse en comunidades como Santa Cruz Cajolá, Quetzaltenango.

Unos seis mil cajolenses que viven en EE. UU. redujeron de manera drástica el envío de remesas, en casi un 75 por ciento.

“El bienestar de la comunidad, habitada por unas tres mil 500 familias, se encuentra amenazado por la disminución de los recursos”, explicó Eduardo Jiménez, presidente de la Asociación Grupo Cajolá, que trabaja a favor de los cajolenses que viven en Estados Unidos.

“En promedio, cada familia recibía unos US$400 mensuales, y ahora solo obtienen los US$100”, explicó Jiménez.

Los recursos apenas y alcanzan para alimentos y vestido, añadió. “Ahora no podemos ni pensar en enfermarnos o seguir con nuestros proyectos”, lamentó.

Se calcula que tres mil de los 21 mil guatemaltecos, deportados el año pasado de EE. UU., eran de Cajolá, y ahora están desempleados porque en ese poblado no hay cultivos y dependen de las remesas.

Construcciones abandonadas y negocios cerrados evidencian cómo la disminución de las remesas y las deportaciones masivas afectan la economía dicha comunidad.

“Mi amigo Elías paró la construcción de su casa. No pudo seguir, y entonces se regresó a EE. UU. para conseguir dinero y terminar su sueño”, comentó Jiménez. Agregó que los cajolenses cruzan la frontera por tres razones: construir una casa, comprar un automóvil y ahorrar dinero para abrir un negocio.

Quien no alcanza las metas regresa una y otra vez a Estados Unidos hasta cumplirlas.

“Tengo conocidos que hicieron dos viajes, y ahora tienen sus propiedades. En Cajolá decimos que en cuatro años tenemos que juntar el dinero para regresar con la familia, pero a veces, como ahora, el tiempo puede alargarse”, dijo.

Ello podría ocurrirle a Pedro Jiménez, de 33 años, hermano de Eduardo, quien a principios de mes le pidió que detuviera la construcción de su casa en Cajolá.

“Me dijo que no puede enviar más dinero, pero va a juntarlo allá, y que cuando tenga una buena cantidad la mandará para seguir la obra”, relató.

En lo que se refiere a los negocios, las fábricas de blocks y las herrerías resultaron las más afectadas por esta crisis.

Las tres bloqueras y las seis herrerías atienden pocos pedidos diarios, a diferencia del año pasado, cuando la demanda de materiales se encontraba en su pico más alto.

El trabajo de albañil también era bien remunerado; hoy los hombres que se dedican a ese oficio viajan a poblados cercanos, como San Juan Ostuncalco, en busca de empleo.

“No podemos regresar a los tiempos de antes, cuando la única opción que teníamos era migrar a la Costa Sur a cortar café”, refirió Jiménez.

En los últimos 15 años, el municipio pasó de ser una comunidad rural con casas de adobe y sembradíos de maíz y frijol, para consumo familiar, a un próspero poblado con residencias de block de varios pisos, calles trazadas de concreto y un comercio pujante.

Cada uno de los pobladores que migró a EE. UU. en los años 1990 aportó al menos US$25 mensuales para construcción de obras de infraestructura, la escuela y la iglesia católica.

“Todo eso ya no se puede hacer, cada vez hay menos recursos y sirven para alimentarnos y enviar a los niños a la escuela”, expresó Rosalío Vásquez, líder comunitario en Cajolá y quien vivió en Morristown, Nueva Jersey, hace 10 años.

Ahora, cada día, los pobladores se preguntan qué pasará en Estados Unidos.

Jesusa López, 48, por ejemplo, todos los días saca fuerzas de flaqueza y trata de no pensar en lo que puede ocurrirles a sus hijos Adelino, 21, y Zacarías, 23, que viven en Atlanta, desde hace tres años.

“No tienen trabajo y no pueden mandar mucho, pero cuando tienen envían lo que pueden. Me preocupa qué les pueda pasar”, expresó López.

Durante el pasado conflicto armado, un grupo pequeño de habitantes de Cajolá viajó a Estados Unidos, por razones políticas.

A partir de 1992, la falta de oportunidades de empleo obligó a los jóvenes a cruzar la frontera y ubicarse en Los Ángeles, principalmente.

Ahora, los cajolenses están distribuidos en Los Ángeles, mil 700; Michigan, mil 200; Atlanta, mil; Nueva York, 500, y en otros estados, como Washington, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia.

Pero la temporada dorada ha dado paso a la preocupación, por las redadas, la crisis económica y el desempleo, que afectan a los migrantes guatemaltecos en Estados Unidos.

Esa situación perjudica a los cajolenses que ven cómo la prosperidad generada por las remesas comienza a alejarse.

Según los economistas, si la depresión económica en EE. UU. toca fondo, tendrá un fuerte impacto negativo en el envío de remesas a Guatemala.

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