EDITORIAL

Tragedia inmigrante

Diario Vasco, , 17-02-2009

Las vidas que en la tarde del pasado domingo arrancó el Atlántico de una pequeña embarcación al arribar a Lanzarote han vuelto a recordar que a las puertas de Europa tiene lugar un drama cotidiano en pos de una existencia más digna. Los 24 cuerpos jóvenes hallados en las aguas representan la imagen más descarnada de una tragedia que podría ocurrir todos los días. Basta pensar en la terrible muerte de cada uno de esos niños y adolescentes, acaecida a un palmo de tierra firme en medio de tan fatal desconcierto. Millones de seres humanos anhelan alcanzar nuestras costas mientras nos compadecemos de vivir en la incertidumbre de una crisis económica global que, en realidad, aprieta con especial intensidad sobre todo en las regiones del mundo más desfavorecidas. Se trata de un impulso vital que existía ya antes del colapso financiero, y que seguramente continuará con la recuperación.
Los hombres y las mujeres que desafían las corrientes y el frío húmedo de tan arriesgada travesía lo hacen por una mezcla de necesidad e ignorancia que es utilizada por traficantes sin escrúpulos que embaucan sobre todo a los más jóvenes y a sus familias. Ellos representan una parte ínfima del flujo migratorio que intenta traspasar las fronteras de la España europea, aunque constituye la expresión más sangrante de una corriente incontenible que avanza de sur a norte y de este a oeste.
La llegada continua de pateras y cayucos al litoral español se ha convertido en parte de la nueva realidad que representan Canarias y Andalucía. Pero no deja de resultar llamativo que una barca con más de veinte personas se acerque tanto a la orilla de Teguise sin que sea detectada su presencia hasta entonces o sin que al atardecer del domingo pudiera activarse más socorro que el que prestaron algunos lugareños y, en especial, el surfista Cristian Hunt. El hecho evidencia los límites del Sistema Integral de Vigilancia Exterior, que difícilmente pueden ser suplidos por la atención que presten otros servicios en el litoral de las provincias que son meta de la navegación inmigrante. Servicios que deberían ser a todas luces reforzados, optimizando la coordinación entre distintas administraciones y contando con una mayor ayuda europea. Sin embargo, el problema persistirá mientras los acuerdos con los países de origen no resulten más eficaces y sirvan para disuadir a las mafias que operan desde África, cuyas ramificaciones en suelo español han de ser perseguidas con mayor empeño.

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