Muerte en la patera
Deia, 17-02-2009
>Lanzarote se convirtió ayer en la imagen de una desgraciada realidad, la de la inmigración con destino fatal: la muerte de más de veinte personas, quince de las cuales han sido niños cuya muerte todavía incrementa más el dolor.
>LA cara del surfista Christian Hunt, destacada como la más auténtica del día en esta misma página, resume el lado positivo de una desgracia humanitaria que se conoce como inmigración. Hunt, junto a su amigo Johnny Camarasa, acostumbrados a peinar las olas de la costa de Lanzarote, cogieron su tabla de surf, dos cabos, y se lanzaron la tarde del domingo al agua con la única intención de sacar al mayor número de cuerpos con vida posible. Hunt se lamentaba ayer de no haber podido salvar más que a seis personas de las 28 que intentaban llegar a tierra en una patera. Una situación de desesperación que supera todos los límites humanos reconocibles. En esta ocasión, han fallecido 24 personas, 16 de las cuales son niños y niñas. Cuando el mar provoca este drama humanitario a apenas veinte metros de la costa todo se vuelve todavía menos comprensible en el oscuro mundo de las mafias que organizan las pateras, algunas de las cuales llegan de milagro a su destino, y otras, como la que naufragó el domingo, provocan una imagen que nunca debería saltar a los medios de comunicación. Todos los responsables políticos de la comunidad, del Estado y de Europa, coincidieron ayer en sus valoraciones con palabras como dolor, desgracia, y la idea compartida de que hay que trabajar hoy más que nunca en estudiar las posibles soluciones a esta lacra. Trabajar desde el país que recibe a estos parias sin destino y desde sus lugares de origen. Porque allí viven organizadas las mafias que propician este viaje, en ocasiones, sin retorno. No vale de nada decir lo que dijo un representante de la UE en el sentido de que los niños son más atrevidos y tienen menos miedo que los adultos a embarcarse en este tipo de aventuras. La única idea que puede tener valor ahora es la que lanzó el presidente del Gobierno canario, Paulino Rivero: una reunión de coordinación entre los tres ministerios implicados de alguna manera en el fenómeno de la inmigración. Pero un encuentro con contenido, sin rebajes, sin regates, sin límites que resten derechos a personas que no tienen nada. No es la primera vez que la llegada de una patera trae a la costa muerte infantil. Y por eso hay que ser cada vez más sensible desde el Gobierno con este fenómeno. Ya no valen lamentaciones cíclicas adosadas a la llegada de una patera con decenas de cadáveres. Es momento de pasar de una vez por todas de las palabras a los hechos, de ponerse manos a la obra y buscar soluciones, comenzando por mejorar los sistemas de detención de estas pateras, para acabar con unas muertes evitables que siguen provocando un profundo dolor en la sociedad, un dolor que desgarra más si cabe cuando en las siempre frías estadísticas de fallecidos aparecen quince niños. Los lamentos que siempre acompañan a estas tragedias poco sirven para que las aguas del estrecho dejen de ser el hondo cementerio al que se ven abocados miles de inmigrantes que parten en busca del cielo.
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