«¿Racismo? No es mi problema»

Madre de seis hijos, esta joven camerunesa asegura que el PP es el único partido que da respuesta a las necesidades de los inmigrantes

El Correo, M. J. TOMÉ, 16-02-2009

Esther Rosalía Bassop Ngo Hieng rompe la formalidad de su traje chaqueta gris con un enorme fular morado con el que sujeta las mil trencitas de su pelo. De repente, se desanuda el pañuelo y en un rápido gesto se lo ajusta al cuello. Hop! Desaparece el toque étnico, africano, y gana peso el look urbano, occidental. Esther, como la mayoría de los inmigrantes, vive entre dos mundos: el pasado de sus raíces camerunesas y el presente de su nueva vida en Vizcaya.

Llegó a Euskadi hace «más de diez años, no sé cuántos más, ya lo he olvidado», Esther no tiene tiempo de echar la vista atrás, ni quiere, «sólo miro al futuro, tengo una gran familia que sacar adelante». A pesar de su juventud, 36 años, tiene seis hijos «de momento. No descarto tener más», asegura. La mayor tiene 23 años y estudia quinto curso de Medicina en la UPV. Esther fue madre a los 13 años; aquí podría calificarse de aberración pero, en Camerún, donde la esperanza de vida es de apenas 52 años, puede considerarse en cierto modo normal.

Su vinculación con el partido que lidera Antonio Basagoiti se remonta a dos años atrás, cuando fue invitada en calidad de ponente a un seminario organizado por el PP en San Sebastián, como representante de la ONG África Batua. «Me habían llamado otras veces a jornadas similares pero, por primera vez, sentí que me estaban escuchando. Después pude comprobar que todas las cuestiones que planteé como necesidades para los inmigrantes, habían sido incorporadas al programa del PP».

Le habían convencido. No dudó en afiliarse, como tampoco vaciló cuando Basagoiti le propuso incorporarse a la lista que encabeza. Ocupa el número 22 de la candidatura por Vizcaya y está convencida de que «Antonio va a ganar. Creo que el 1 de marzo los vascos abrirán los ojos».

La vida no le ha puesto las cosas fáciles a Esther, pero ella tampoco se ha rendido al destino que le esperaba. Huyó de un futuro «sin posibilidades» y de una complicada situación política. Cuando llegó a Vizcaya – «no importa cómo, importa que vine para quedarme» – tenía ya estudios universitarios de Filología Francesa y, una vez afincada, se licenció en Magisterio. No trabaja. «No tengo el perfil lingüístico», lamenta. «Estudié euskera, pero a 25 euros la hora, no se lo puede permitir cualquiera. Los inmigrantes venimos para trabajar, no para vivir de los servicios sociales. Necesitamos que nos faciliten las oportunidades de formarnos».

Cuatro de sus hijos están aquí, pero los dos menores continúan en Camerún. El más pequeño tiene 12 años. No quiere que vengan hasta que acaben el bachillerato, hasta que estén lo suficientemente maduros para afrontar el desarraigo y el cambio de costumbres. «No quiero que vuelvan a pasar lo que pasaron sus hermanos, que todos los días volvían llorando de clase».

Por eso considera «fundamental» que exista un periodo de transición para los inmigrantes en la escuela, así como que las tasas universitarias sean gratis. «Si fuera así, mis hijos probablemente estarían en la universidad». Sólo hace estudios superiores la mayor, sus hermanos cursan un módulo de FP.

Se siente integrada en la sociedad vasca aunque hay algo que para ella es un enigma. «Nosotros, los inmigrantes, venimos aquí y nos podemos mover con libertad. Pero muchos hijos de esta tierra no pueden y sólo por pensar distinto». Y, ¿somos racistas los vascos? «Ni me lo planteo. Puede que haya alguien, en un autobús por ejemplo, que sienta xenofobia hacia mí. Pero es eso, una fobia, que consulte con su psicólogo. No es mi problema», zanja.

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