El reverso de la sociedad del bienestar
A pesar de que Euskadi sigue siendo la cuarta comunidad en la que menos ha crecido el paro, los efectos de la crisis comienzan a visualizarse en los comedores sociales, servicios de pernoctación y primera acogida, que se encuentran saturados.
Deia, 15-02-2009la imagen se recogía hace unos días en un conocido polígono de oficinas de las afueras de Donostia. Dos hombres, de más 40 años, imploraban trabajo sin importarles demasiado su eventual ocupación. Resultaba llamativo. La pareja no respondía al recurrente perfil de excluido social. “¿Cómo está el tema, no?”, se dijeron unos cuantos empleados tras cerrar la puerta, embargados por una extraña sensación, con la certeza de que la crisis se había colado de lleno. El incesante goteo de desempleados, que han aumentado en Euskadi más de un 35% (28.700 personas) respecto a enero del año pasado, comienza a ofrecer fotografías de esta naturaleza, casi desconocidas hasta ahora, con una inevitable sensación de fractura social.
A pesar de que Euskadi sigue siendo la cuarta comunidad en la que menos ha crecido el paro, un total de 110.093 vascos se encontraban el mes pasado inmersos de lleno en el largo túnel del desempleo, cuyo final resulta imposible augurar. La situación resulta preocupante. En Gipuzkoa, por ejemplo, con un promedio de 97 parados más cada día durante el mes pasado, la patronal ya ha advertido de que lo peor está por llegar. Este año perderán su trabajo cerca de 14.000 personas, con una estimación que incluso puede quedarse corta y que ya está descolgando a niveles de pobreza a un sector creciente de la sociedad.
Los efectos comienzan a visualizarse en los servicios de asistencia primaria que atienden al sector más vulnerable. Los comedores sociales, servicios de pernoctación y primera acogida de Euskadi se encuentran saturados. En Donostia hay 200 personas que acuden a diario a los comedores de Cáritas, y según informan desde esta entidad, la comida caliente ha comenzado a ser sustituida por bocadillos. Con el incremento de la demanda, ni el lugar ni el espacio es el más adecuado. No da de sí.
La demanda se ha disparado en Gipuzkoa en un 30% y alcanza porcentajes que superan el 40% tanto en Araba como Bizkaia, con una continua tendencia al alza. “Entendemos que esta situación va a ser mucho más grave”, alertan desde Cáritas, donde han asumido el compromiso de ofrecer datos actualizados de los efectos de esta galopante crisis para el mes de abril o mayo.
colectivos afectados
El punto de inflexión
Los colectivos más afectados son aquellos que ya lo estaban pasando mal: inmigrantes, trabajadores de poca cualificación, discapacitados y mujeres con niños a su cargo. El contexto económico y social no deja indiferente a nadie. “La situación es preocupante”, reconocía hace unos días la portavoz del Gobierno Vasco, Miren Azkarate, quien a renglón seguido advertía no compartir “los intereses de magnificar la situación que tenemos a peor”.
Sólo el tiempo dirá si acabarán por salpicar a la sociedad vasca situaciones desconocidas que comienzan a conocerse en el Estado. Si la situación es preocupante en Euskadi, aún lo es más en otras comunidades, en las que la demanda de servicios sociales ha llegado a aumentar un 100%. En Madrid, por ejemplo, hay comedores sociales a los que comienzan a llegar familias con niños porque no tienen medios de subsistencia, algo que hasta ahora jamás había ocurrido. En Extremadura, los niveles de pobreza afectan ya al 40% de la población.
En el País Vasco los indicadores son más positivos. Los niveles de pobreza y desigualdad social no son tan agudos como en el resto del Estado, pero la vulnerabilidad comienza a afectar del mismo modo, en forma de salarios bajos y endeudamiento por la carestía de la vivienda. El 70% de las ayudas que ofrece Cáritas están destinadas precisamente a paliar las carencias en este segundo capítulo.
En cualquier caso, no resulta fácil conocer el efecto concreto de la pobreza en Euskadi debido al sinfín de términos que sobre ella se utilizan: pobreza de mantenimiento, de acumulación… En función del baremo utilizado, se multiplica o divide el número de pobres. Los indicadores son coyunturales.
medir la pobreza
Distintos baremos
La Unión Europea, por ejemplo, considera como pobres a las personas que no llegan al 60% de la renta media. Según esta apreciación, y haciendo una extrapolación al País Vasco, en torno a un 10% de la población vasca sufriría pobreza moderada y un 4% grave.
Se trata, en todo caso, de un punto de vista cuestionado porque refleja una clave muy monetarista del fenómeno, cuando hoy en día parece apostarse más por hablar de la multidimensionalidad de la exclusión, en la que se computa no sólo la falta de medios económicos sino la pérdida de tejido social y ausencia de participación. ¿La sociedad vasca ha vivido por encima de sus posibilidades? Parece evidente que hay actitudes y modos de comportamiento que requieren una urgente revisión. Agentes sociales consultados por este periódico se muestran convencidos de que la crisis estaba latente en tiempos de crecimiento económico, con hondas raíces en el pasado. El VI Informe Foessa sobre Exclusión y desarrollo social en el Estado, recientemente publicado, arroja bastante luz al respecto.
Esta rigurosa investigación revela que después de quince años de floreciente crecimiento económico, no era oro todo lo que relucía. En otras palabras, que la bonanza no ha sido capaz de borrar las desigualdades, gestando una vulnerabilidad que ha acabado por romperse en cuando ha llegado un contexto poco favorable.
Así, algunos elementos de pobreza y exclusión se han mantenido intactos, a pesar de haber crecido los niveles de renta. “La sociedad no ha sabido socializar ni repartir de manera igualitaria la riqueza creada. Esta situación desvela, de alguna manera, una crisis antropológica y cultural, una crisis de valores”, opina José Ramón Treviño, delegado episcopal de Cáritas y párroco de Martutene.
La gravedad de esta crisis parece venir determinada por esa vulnerabilidad que se había venido gestando debido a “un falso crecimiento económico”. Trabajo precario, rentas demasiado justas, salarios bajos y una carestía de la vivienda que ha ido endeudando a un sinfín de familias. “Este periodo de crecimiento económico se ha gestado sobre una gran vulnerabilidad, y en la medida que ha llegado un periodo de recesión económica, esa vulnerabilidad se ha roto”, sostienen desde Cáritas.
Así, muchas personas y familias, al romperse esa pequeña pieza del puzzle, han comenzado a caer por la pendiente deslizante de la pobreza y la exclusión social. Hay quien teme incluso un rebrote de racismo o xenofobia en este contexto en el que el mercado laboral no parece dar más de sí, algo que de alguna manera había estado larvado en la sociedad durante estos años atrás. “Se da la gran injusticia de quienes gestionan el mundo del trabajo echan mano de los inmigrantes cuando hay necesidad de ellos, para olvidarlos como si fueran un mero instrumento cuando surgen los problemas”, lamentan desde esta organización humanitaria. Una sensibilidad quizá adormecida. Una crisis de modelo de sociedad en el que parece primar el dinero y el lucro, dando lugar a una deformación en la esencia de la vida social.
En servicios de atención primaria la comida caliente comienza a ser sustituida por bocadillos
Los datos
· Efectos de la crisis. El goteo de desempleados, que han aumentado en Euskadi más de un 35% respecto a enero del año pasado, comienza a arrojar una sensación de fractura social. Son 28.700 las personas en paro respecto al mismo mes del año pasado, algunas de las cuales están superando la franja de la vulnerabilidad.
· Asistencia primera. Los efectos comienzan a visualizarse en los servicios de asistencia primaria que atienden al sector más empobrecido. Los comedores sociales, servicios de pernoctación y primera acogida de Euskadi se encuentran saturados.
· Solicitud de ayuda. La demanda de servicios sociales se ha disparado en Gipuzkoa en un 30% y alcanza porcentajes que superan el 40% tanto en Gasteiz como Bizkaia, con una continua tendencia al alza.
Inmigrantes, trabajadores de poca cualificación y mujeres con niños son los sectores más afectados
La bonanza no ha borrado la desigualdad y ha dado lugar a una vulnerabilidad que ha acabado por romperse
Muchas familias han comenzado a caer por la pendiente deslizante de la pobreza y la exclusión social
“Estamos ante una crisis antropológica y cultural, una crisis de valores”, sostienen desde Cáritas
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