Una esperanza que se evapora
La Prensa Gráfica, , 12-02-2009Ignacio Martínez tuvo un poco de esperanza en los días previos y posteriores a la toma de posesión del presidente Barack Obama.
El salvadoreño trabajó en la construcción y el desmontaje de las tarimas del Capitolio en las que el 44.º presidente de los Estados Unidos juró su cargo ante los ojos del mundo.
Pero tras la euforia de los fastos inaugurales, Nacho, como le han llamado desde que nació en Morazán y le siguen llamando en Langley Park, Maryland, a donde emigró hace 18 años, no tiene muchas esperanzas.
“No he trabajado desde entonces, desde el 22 (de enero) que terminé allí”, cuenta el inmigrante. “El trabajo está escaso, no se encuentra, si sigue así la cosa quién sabe donde vamos a parar”, se lamenta. Antes del trabajo en las tarimas del Capitolio, Nacho pasó casi dos meses sin trabajar, viviendo de los pocos ahorros que pudo hacer mientras el área metropolitana de Washington experimentaba un crecimiento explosivo en construcción.
“Nos fuimos de Manassas porque allí ya no se podía vivir, había mucho miedo con la policía”, cuenta Nacho, beneficiario del TPS. Además, la vida resultaba más barata en Langley Park, en una comunidad de alta concentración de salvadoreños y donde el acoso policial todavía no es algo que preocupe.
Su esposa Ana María aún trabaja doble turno en restaurantes y con esos ingresos han ido sobreviviendo tras la caída de los empleos en construcción que, por varios años, llevaron prosperidad al hogar de los Martínez. “Dejamos de mandar remesa a los padres el año pasado porque ya no nos alcanzaba ni para vivir aquí. Da pena con los viejitos, pero no se puede”, cuenta el salvadoreño.
Nacho dice que no piensa en volver a El Salvador incluso si la crisis empeora. “¿Allá qué voy a ir a hacer?”, se pregunta, pese a que asegura que algunos conocidos ya emprendieron el camino de regreso o están pensando en volver a su país ante la imposibilidad de conseguir empleo. “Conozco un muchacho de Honduras que se fue hoy en enero y llevaba ya un buen tiempo sin conseguir nada, así que se abatió con el frío y se fue”, resume.
“Nosotros ya tenemos niños nacidos aquí y no podemos decir agarramos las cositas y nos vamos. No se puede, pero no le voy a mentir que ganas no nos faltan”, reconoce Nacho.
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