JUDIOS Y ARABES EN BARCELONA
En el Oriente próximo
El Mundo, , 11-02-2009A la vuelta de la esquina. La huella del paso de los judíos sigue impresa en el centro de Barcelona, donde se suceden comercios en los que se descubren las tradiciones árabes Cerca del Born, en el Gòtic, bien adentro del Raval y callejeando por Gràcia. Se entrecruzan velos, relieves hebreos, túnicas de fieles de Alá, viejos baños, concurridos locutorios, carnicerías ‘halal’, restos de templos alzados en nombre de Jahvé, salas de té donde la parroquia mira los canales del satélite y agencias de viaje donde los rótulos…
…enganchados en el cristal son folios arrancados de una libreta escritos en urdu. En Barcelona, el testimonio del paso de los judíos convive con la creciente población árabe que se asienta.Lejos de las encendidas tensiones que despiezan una tierra llamada santa, Oriente se otea cuando se voltea las esquinas de la urbe.
Durante el siglo XI, cuando Barcelona era Barcinona, en la ciudad residía una activa comunidad judía. Conocido como el Call (callecita en latín), el barrio se ubicaba al noroeste, al lado de la catedral y junto a los núcleos del poder político y económico.
Las calles actuales apenas guardan recuerdos de esos tiempos, salvo la estrechez de las vías, alguna inscripción en hebreo y unos pocos símbolos religiosos. Pero los estudios confirman que la vida de los judíos era intensa y se dedicaban a oficios destacados: eran acuñadores de monedas, prestamistas, médicos y tejedores de seda. Además, dependían directamente del rey, al que pagaban una especie de impuesto.
En el cuadrante que forman las calles del Call, Banys Nous, Bisbe y Sant Server estaba el Call major, habitado por unas 70 familias judías en una época en que Barcelona tenía 1.500 habitantes.Es un espacio apretado, que permanecía cerrado por la noche y que contaba con cinco sinagogas, una carnicería y un horno kosher.
Recorrer hoy en día el Call major requiere una gran dosis de imaginación. En el número tres de la plaza Manuel Ribé se encuentra el Centre d’Interpretació del Call. El edificio que lo alberga se conoce como la Casa del alquimista, una construcción del siglo XIV que posee un mezuzah en la puerta lateral. Se trata de un recipiente que contenía fragmentos de la Biblia que los judíos colocaban en el umbral de la puerta de casa y que tocaban al entrar. Hoy queda la marca de las innumerables veces que fue acariciada, y se aprecia una pequeña concavidad en la piedra.
En la misma plaza se ubicaba la sinagoga mayor, que contaba con distintas entradas. De acuerdo con los estudios arqueológicos del Museu d’Història de la Ciutat, no se conservan vestigios del templo. Sin embargo, en el número cinco la calle Marlet, la Associació Call de Barcelona, que también ha realizado investigaciones, asegura que el edificio – en el que se celebran ceremonias privadas – pertenece a la sinagoga medieval. Pese a la controversia, está comprobado que el lugar mantiene restos de la Barcino romana del siglo III y la ciudad medieval.
En Marlet también se posee otro tesoro: una reproducción de una lápida hebrea, cuyo original se guarda en el Museu d’Història.Atravesándola se llega a Sant Domènec, una vía muy angosta. Era la calle más ajetreada y en la que vivían los miembros notables de la comunidad. Hoy este cruce oscuro lo frecuentan los grupos de turistas y algún que otro barcelonés.
Caminando por Sant Domènec en dirección al mar se llega a la intersección de cuatro esquinas, las del Call, Banys Nous, Boqueria y Avinyó. En este punto se encontraban los baños públicos. Judíos, musulmanes y cristianos compartían el espacio, donde los hebreos cumplían con el miqvé, las abluciones de purificación. Otro punto de la ciudad que recuerda la presencia de la comunidad hebrea es Montjuïc, que significa la montaña de los judíos, donde situaron su cementerio y acudían para esparcirse.
La comunidad judía siguió creciendo y en el siglo XIV se formó el segundo call de la ciudad: el menor. Entre las calles Boqueria, Avinyó, Rauric y de la Lleona se ubicaron familias provenientes de Francia. La calle La Volta del Remei, a la que se accede por Boqueria y que conserva todavía una torre del siglo XIII, y el Arc de Santa Eulàlia – del siglo XIV – formaban parte del Call menor. También la actual iglesia de Sant Jaume, en la calle Ferran, fue una sinagoga hasta que unos conversos la transformaron en la parroquia de la Trinidad.
DE KARACHI A BCN
Precisamente en las proximidades donde late el pasado judío se ha asentado buena parte de la población musulmana que habita en la capital catalana. La Barcelona canalla y engarzada al mar del barrio Chino es hoy un entramado de callejuelas tuertas retratadas por las cámaras digitales de los viajeros en las que se palpa algo de Karachi, Fez y Damasco.
«Existe una hermandad entre judíos, cristianos y árabes que nació en España de la que debemos sentirnos orgullosos: sólo aquí hemos sido capaces de vivir en paz», dice Mowafak Kanfach, que regenta desde 1996 La Casa del libro árabe, la primera librería abierta por un musulmán en España cinco siglos después de la expulsión de Granada. Adosada a una esquina de la calle Montserrat y al lado de un oratorio, en la tienda se apilonan tomos en los que destallan doradas grafías arábigas en el lomo, libros de viajes, ensayos sobre Al Andalus, literatura árabe traducida al catalán y al castellano y manuales de cocina oriental. Son 8.000 los títulos que recorren el mundo que dista entre el Sáhara y la isla de Java que Kanfach guarda catalogados.
Además, el librero sirio imparte unos cursos de árabe para aprender en pocas semanas las bases del idioma y entrar en la librería – añeja, pequeña y solitaria – es una invitación a sentarse en una de las gastadas butacas para charlar. «Comercialmente, este negocio es un fracaso, pero lo llevo con mucho gusto», confiesa Kanfach.
Paseando por Nou de la Rambla, empiezan a pulular los kebabs, esos bares popularísimos en los países musulmanes, donde proliferan los vendedores callejeros de las famosas tortas de carne. Sólo en la rambla del Raval se acumulan siete (regidos por hindús, bangladesíes y paquistaníes), el último de ellos abierto hace un año, el turco Kilim, situado enfrente del gato de Botero y frecuentado por estudiantes y extranjeros que alargan la velada con humus, durum y dolma hasta la madrugada. El propietario del jovial restaurante es Huseyn Bikim, nacido en Inglaterra, donde su padre hace años que se encarga de un kebab en Coventry.
Lo étnico también ha arraigado en la Ribera. Adentrándose por Agullers se desemboca en Canvis Vells. Entre comercios donde los inmigrantes hacen las compras, se halla Baraka, una tienda en la que se mezclan antigüedades y objetos artesanos importados de los zocos de Marrakech. La abrieron hace 11 años Daniel Sorribas y Roger Casas, dos catalanes cautivados por Marruecos que bajan tres veces al año al Magreb para proveerse de bolsos de cuero, teteras de plata, alfombras y lámparas. «La artesanía no es más que el resultado de la cultura y la forma de vida de Marruecos», explica Sorribas, embelesado con el país tras pateárselo de norte a sur a bordo de una motocicleta.
Si Marruecos tiene su particular delegación en Ciutat Vella, también posee otra reseñable en Gràcia, donde se inauguró hace cuatro décadas el primer restaurante árabe del país, la Rosa del Desierto. Bajo la haima que decora la sala, se descorchan vinos de los contrafuertes del Atlas, pero lo que macera de verdad la fama del local son las siete variedades de cuscús que dos cocineras magrebíes aliñan con el Ras el hanout, el conglomerado de 27 especias que riega al plato.
Sin salir de las calles de Gràcia, no menos ilustres son los mil dulces que cada día salen de la pastelería Príncipe. Mustafá llegó de Siria hace casi un cuarto de siglo y se ha granjeado el buen nombre de elaborar con hojaldre, pistacho y otros frutos secos la mejor repostería árabe de Barcelona. Incluso algún que otro pastelero se ha formado en su horno. En Príncipe se catan los pastelitos de la tradición otomana de la Baklwa, que enraizó con fuerza en Siria y Líbano tras siglos de imperio. «Algo bueno dejaron los turcos después de tantos años», suelta irónico Mustafá.
A escasos metros y bajando por Gran de Gràcia, es necesario detenerse en otro de los referentes de la gastronomía árabe en la ciudad.El Habibi es «un trozo de Beirut» trasplantado en Barcelona, según lo define el dueño del restaurante, Hassan Nassereddine.Triunfan el shawarma – ternera o pollo cocinados al modo libanés – y el falafel – una especie de croquetas de garbanzo – , lo mismo que devoran ricos y pobres en las calles de Oriente Próximo.También hay tabule, araies jibne y otras especialidades en las que se juega con la justa medida de los aderezos y las salsas para que la comida resulte, como apunta Nassereddine, «la identidad de un país y la psicología de una sociedad».
Tan placentero es probar los zumos o el yogur con menta que ofrecen – aquí no se sirve alcohol, al modo de los bares de los arrabales libaneses – como conversar con Nasseredine. Los dulces de Trípoli, la noche beirutí, la tensión de estar pendiente de una llamada durante el ataque israelí de 2006 «Aquello es otro mundo. Volveré, pero no sé cuándo», concede, sin descartar a atreverse con la cocina española en Beirut: «Seguro que gusta».
GUIA
DIRECCIONES
El horario del Centre d’Interpretació del Call es de miércoles a viernes de 10.00 a 14.00 horas, los sábados de 11.00 a 18.00 horas y los domingos de 11.00 a 15.00 horas. Además, organiza recorridos junto al Museu d’Història. Para consultarlos, la web es www.museuhistoria.bcn.cat y el teléfono, 932 562 122.
La sinagoga de la Associació Call de Barcelona se encuentra en Marlet, 5. Está abierta de lunes a viernes de 10.30 a 14.30 horas y sábados y domingos de 10.30 a 15.00 horas. También realizan visitas guiadas por el Call. La web es www.calldebarcelona.org y el teléfono, 933 170 790.
La casa del libro árabe se halla en Montserrat, 2, abre durante las mañanas y las tardes de lunes a sábado y el teléfono es 933 018 208.
Kilim es un kebab turco de aire moderno situado en la Rambla del Raval, 18. De lunes a viernes, permanece abierto hasta las 2.00 horas y el fin de semana, hasta las 3.00. Tfono. 934 416 688.
En Baraka se puede adquirir artesanía marroquí. Canvis Vells, 2, tfono. 932 684 220.
La rosa del desierto es el restaurante de inspiración marroquí más veterano de España. El precio medio de la carta es de unos 35 euros. Cierra la noche de los domingos y los lunes. Plaza Narcís Oller, 7, tfono. 932 374 590.
La pastelería Príncipe abre de lunes a viernes y la tarde de los sábados. Guilleries, 10, tfono. 934 152 996.
El menú degustación del restaurante Habibi cuesta 8,50. Abre de lunes a viernes hasta la 1.00 horas y los sábados hasta las 2.00. Gran de Gràcia, 7, tel. 932 179 545.
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