"Por ayudar a mi familia he sido y soy capaz de todo"
Diario de Noticias, 06-02-2009C HEIKH Sarr dejó hace dos años a su familia y seis hermanos en Senegal. Su padre era sastre y su madre ayudante en el oficio lo que le permitió estudiar y tener una cultura hasta que a los 16 años, al igual que tantos otros jóvenes y adolescentes, decidió que todo riesgo, toda apuesta, era mejor que la miseria que le iba a tocar vivir. A esa edad, un senegalés ya es un hombre hecho y derecho, y a los 18 su madurez es proporcional a su integridad personal. Su padre, desvela, fue cómplice de su escapada a Europa no así su madre, que “lo supo al llegar para no preocuparla”. “Por mi familia era y soy capaz de todo”, relata Sarr, que compartió patera durante ocho días junto con 150 inmigrantes subsaharianos para cruzar Dakar – Tenerife. “Lo más duro de la travesía fue despertar la primera noche y no ver tierra, pero pensar en mi familia me dio fuerza”, reconoce. Al llegar a nuestro país creyó que tendría que buscarse la vida sin ayuda, no esperaba encontrar “el apoyo de Cruz Roja o la ayuda de Navarra que nos han acompañado a todos los sitios”.
En la escuela taller se ha formado en carpintería, aunque le gustaría ser bombero. “De momento me quedaré aquí, pero viajaré a ver a mi familia en vacaciones. Todavía no sé dónde me va a llevar el amor…”, responde en un perfecto castellano preguntado por su destino. “Echamos de menos a los hermanos y amigos, pero de momento la vida sigue aquí, y queremos mandar dinero a nuestras familias”, señaló. Sarr es consciente de la suerte que ha tenido ya que son muchos los jóvenes que permanecen en Senegal sin oportunidades para trabajar, con padres “en paro” sin que el Gobierno haga “nada”, y donde oficios como carpintería o soldadura están muy mal remunerados.
Modou Fal comparte piso en Estella con Sarr y otro compañero. Han llevado vidas paralelas; salió de Senegal a los 16 ,conviviendo 15 días en un cayuco con otros 72 inmigrantes muchos de los cuales, como él, “nunca habíamos visto el mar”, y también se ha formado como carpintero. Nacido en una familia de cuatro hermanos y de padres comerciantes, vio pronto la falta expectativas laborales: no había elección. El idioma y la comida es lo que más le ha costado de su estancia en nuestra tierra. No se arrepiente de nada, “era más fuerte el deseo de llegar que todos los miedos”, afirma con voz serena. “Quiero ver a mi familia en vacaciones, seguir mandando dinero siempre que pueda y trabajar”, indicó.
Ambos son musulmanes, sin embargo el respeto a sus culturas y credos ha sido una de las claves del “éxito” de la experiencia, reconocía ayer Mikel Ciriza, coordinador del programa que ha desarrollado la Asociación Nuevo Futuro. “Son jóvenes que tienen muy buena relación con sus familias, con las que se comunican periódicamente y a la que envían dinero”, remarcó. Ciriza calificó de “muy ilusionante” la experiencia con un grupo “homogéneo y pequeño en el que la convivencia ha sido muy buena”. Se ha elegido además un entorno rural para buscar mayor “proximidad”. La formación ha sido una herramienta fundamental a través de las escuelas talleres porque “ellos querían trabajar, lo que les ha dado cierta independencia”, además de la apuesta por aprender el castellano.
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