Notas de tradición
Diario de noticias de Alava, 05-02-2009YO no me la sé mucho, pero las andereños la cantan muy bien. Yo canto un cacho", decía el pequeño Carlos después de haber hecho su actuación estelar junto a sus compañeros de infantil de Luis Dorao. Con cinco años, es normal que todavía estuviera un poco confuso en el esfuerzo por coordinar letra y makila . Pero el entusiasmo era el mismo. Aunque quizá tan joven no fuera consciente de que estaba participando de una de las costumbres más antiguas de la cultura popular.
Notas de tradición que han sabido adaptarse a los nuevos tiempos para implicar a una juventud que toma el relevo de viejas costumbres que siempre son bonitas de mantener. Si bien hace décadas eran los quintos los que salían en los pueblos para entonar algunas coplas a la puerta de las casas con la esperanza de recaudar unas monedas o algo de comida para poder hacer una merienda, con los años el círculo se ha ampliado.
Hoy en día, son varios los coros que salen la víspera de Santa Águeda para cantar sus canciones y recordar a la que es la patrona de las mujeres y a la que se le atribuyen propiedades curativas. Quizás por ello ayer fueron tantos los que desafiaron el frío y recorrieron las calles de Vitoria y de los pueblos de la provincia sin temor a pescar un constipado bajo la protección de la ensalzada.
En la capital alavesa grupos de coros oficiales a los que se unió algún otro animado por una actividad ancestral. Ataviados con sus relucientes trajes y sus makilas dieron color a la tarde – noche de la capital alavesa.
“Bat, bi, hiru, riau!”, suena al son del estruendoso y rítmico sonido de los palos. La gente se revuelve curiosa. Mira de un lado a otro y busca el punto de referencia desde el que suenan esas mágicas palabras. Y se encuentran con el coro de Juantxu Oscoz, que sonríe entregado a la que es su pasión desde hace 52 años. Con su pañuelo al cuello sabe que su coro es, en cierto modo, especial porque ha conseguido implicar en la tradición a gente de diversas raíces. Vascos, subsaharianos, marroquíes y saharauis conforman un collage de unos 20 chavales de entre 15 y 18 años del Centro de Intervención Participativa que está en Alí Gobeo. Allí habitualmente aprenden un oficio para salir adelante ya que no tienen el graduado escolar. Ayer fue un día especial, porque se convirtieron en profesores de integración demostrando como el crisol de culturas puede ofrecer un prisma fabuloso y muy alejado del tópico de una juventud inmigrante marginal.
unión Juntos demuestran que pueden ser y son, más allá de los papeles, parte de una misma sociedad. Por ello, portaban orgullosos por el centro de Vitoria el cartel con el nombre del Coro CIP Gasteiz, lugar que les está dando una oportunidad. Se revolvían inquietos ante la mirada de la gente. “No tienen dinero para trajes así que llevamos sólo pañuelos. Hemos estado ensayando tres veces a la semana y ellos mismos se han hecho las makilas en el taller de carpintería. Los extranjeros se han aprendido la canción fonéticamente”, explicaba orgulloso Juantxu.
Y no es para menos. La juventud tomaba las calles porque, como en su día los quintos, tenían un objetivo claro. “Poniéndonos en lo más optimista sacamos dinero para irnos a Cabárceno y, si no, queremos hacer algo cultural”, comenta su director. A pesar de que pueda parecer mentira, los más nerviosos no eran los extranjeros que tenían más dificultades con la letra y se estrenaban en esta lides, sino los locales. “Como no saben tanto lo que es porque nunca lo han visto, son menos conscientes que el resto. Hay algunos que tienen buena voz”, reconocía un Juantxu casi tan emocionado como ellos.
Silencio. Miradas atentas al director que marca el tiempo. Makilas en alto y últimos carraspeos. Notas de tradición y de multiculturalidad. “Bat, bi, hiru, riau!”. Cabárceno está un poco más cerca.
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