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Quemados
La Voz de Galicia, 03-02-2009Dice el Eclesiastés que todo tiene su tiempo, hasta el dolor. En Roma, tres jóvenes han quemado a un inmigrante indio. «Le rociamos con gasolina sólo para divertirnos. Queríamos saber cuánto duraba y nos daba igual si era negro o rumano». El inmigrante está grave en el hospital ¿Era su tiempo de arder en la tierra como en el infierno? ¿Hay un tiempo para que tres jóvenes, sin antecedentes y calificados por la policía como una panda de gamberros que hicieron un gesto de estupidez absoluta, empapen a un extranjero y le prendan fuego? No, es una barbaridad. Los tres chicos, uno de 16 años, iban colocados y decidieron «probar algo nuevo por diversión». ¿Hasta qué punto beber y drogarte te nubla el cerebro para, de forma premeditada, comprar gasolina, buscar un inmigrante, despertarlo a patadas y convertirlo en una hoguera humana? Falla la educación. Criamos bestias. Otros con el mismo alcohol y drogas en sangre lo único que hacen es vomitar en una esquina e irse para casa. Fallan los políticos oportunistas que utilizan las colas del paro y pintan, con sus palabras, una diana sobre los inmigrantes al acusarlos de quitar el trabajo a los locales. ¿Recuerdan a los que quemaron en Barcelona a una indigente tras rociarla con un disolvente en un cajero? La víctima es el que está tirado en la calle. No el niñato que se gasta la paga en copas. La xenofobia solo traerá odio y destrucción. La vida no es un videojuego.
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