La inmigración se contiene en Miranda tras crecer un 25% de media anual desde 2003
En el último año ha habido 144 altas menos en un núcleo de población que asciende ya a 5.420 personas; uno de cada diez mirandeses
El Correo,
,
03-02-2009
El fenómeno de la inmigración ha echado el freno en Miranda. Por primera vez en los últimos cinco años, el número de ciudadanos de origen extranjero que han elegido esta ciudad para residir se ha congelado. Ese incremento cero rompe con una inercia de subida que se había mantenido inalterable desde 2003 y supone que hoy uno de cada diez mirandeses es inmigrante. Este dato es lo suficientemente significativo por sí solo; refleja el cambio experimentado en una sociedad que ya era bastante heterogénea al tener históricamente una significativa presencia de residentes de otros puntos del país.
Ahora son los extranjeros los que se han abierto un espacio para iniciar en Miranda una nueva experiencia vital. A fecha 30 de enero, constaban en los registros de población local un total de 5420; lo que supone el 13,7% del total, que se ha afianzado en los 39.465. Es exactamente el mismo porcentaje con el que se cerró 2007. Es más, en la tabla comparativa de extranjeros habría hoy 144 menos que en el anterior periodo. ¿Cuáles son las posibles causas? Asumiendo que existen aún datos pendientes de cotejar – el Ayuntamiento espera la aportación del INE – , parece evidente que la crisis ha jugado un papel clave.
La ciudad tenía en su amplio tejido industrial y su emplazamiento estratégico, a apenas 30 kilómetros de Vitoria, una baza significativa frente a otras localidades de la provincia. Esta circunstancia la otorgaba un atractivo que disparó la llegada de inmigrantes en los últimos cinco años. Un ejemplo: entre 2003 y 2006 el incremento medio que se registraba anualmente se movía en un porcentaje superior al 25%. La gran subida llegó en 2007, cuando el dato de ciudadanos provenientes de otros países creció hasta un 57% (se pasó de 3.535 a 5.564).
El ‘efecto llamada’
Funcionaba entonces el llamado ‘efecto llamada’. Cabezas de familia echaban raíces en Miranda, consolidaban sus trabajos y traían a sus esposas e hijos a la ciudad o bien animaban a amigos y conocidos de sus países a dar el paso. Era un momento en el que sectores como el de la Construcción o el de Servicios – en su más amplia denominación, dado que un volumen importante de trabajadores siguen dedicados a la asistencia a mayores o personas con discapacidad – mantenían el tipo a efectos estadísticos, aparentemente ajenos a lo que hoy es ya una situación de grave deterioro.
«En la ciudad hay trabajo», se destacaba entonces. Hoy las opciones se han mermado de un modo muy evidente. Es más, precisamente aquel fenómeno creciente, se destacaba desde otro de los sectores que hoy ha pinchado, el inmobiliario, como uno de los principales motores del mercado; sobre todo en el de la vivienda de segunda mano.
Las circunstancias han cambiado. De hecho, a la espera de datos oficiales, los expertos hacen referencia sin ambages a que la inmigración sufre las consecuencias del desempleo – la ciudad ha rebasado con creces la barrera de los dos mil inscritos en el Ecyl – «en un porcentaje considerable».
Aun con todo Miranda absorbe a más de un tercio del total de ciudadanos inmigrantes que residen en la provincia. Es también éste un punto de vista que no ha cambiado en el último lustro. Fundamentalmente porque en esta ciudad hay tradicionalmente un alto número de residentes de origen portugués. La suya es, sin duda, la comunidad más importante. Con los 1.891 habitantes censados 571 mujeres y 1.320 hombres) supone el 35% del total de foráneos. Los llegados desde Rumanía son los siguientes en este listado de orígenes, con 665 residentes. Ambos datos convierten en indiscutiblemente mayoritaria la presencia de ciudadanos de la Unión Europea frente al de países del Magreb o de sudamérica.
La mayor parte de los extranjeros se afianza en el Casco Viejo y el entorno de Entrevías (Gregorio Solabarrieta, Santa Lucía o Leopoldo Lewin, por citar sólo algunas de las calles) «aunque también hay un importante núcleo en Ramón y Cajal. Lo que sí es evidente es que es en el Ensanche donde se constata un menor número de inmigrantes censados», apunta Fernando Campo. El motivo no es otro que el del acceso a la vivienda. Las áreas citadas aportan los precios de alquiler y de compra – venta en segunda mano, más bajos de la ciudad.
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