Hija de tres culturas
Say Chin, malaya de ascendencia china, enseña música y suidioma en Vitoria tras casarse con el saxofonista Raúl Romo
El Correo,
,
01-02-2009
«Raúl me engañó para venir aquí, ja, ja». La carcajada de Say Chin Yeoh es limpia, sin máscaras ni dobleces cuando se refiere a la habilidad del saxofonista Raúl Romo, su marido, para atraerla hasta Vitoria. De eso va para siete años. «Nos conocimos en la Universidad, en Boston, y me pareció un chico majo». Él debía opinar lo mismo de esta malaya con ascendencia china y un currículo académico que precisa un folio bien aprovechado para meterlo todo. «Allí teníamos un clima extremo, yo no había visto la nieve y en Boston había metro y medio. Yo pensaba ‘ah, España, sol, playa…’ Sin saber que el tiempo aquí no era así».
Los abuelos de Say Chin, de 30 años, procedían del sur de China, pero emigraron a Malasia para mejorar sus condiciones económicas. Y en la ex – colonia británica de Asia nacieron sus padres y ella. La protagonista aprendió malayo e inglés sin olvidar el mandarín o el dialecto cantonés. Con veinte años recién cumplidos voló a Massachussets para estudiar Pedagogía Musical. Siempre, en la vida de cada quien, hay lugares que marcan el porvenir. En el caso de Say Chin fue Boston, la chincheta del mapamundi donde conoció a Raúl, profesor en la Escuela Municipal Luis Aramburu. «¿Te vienes?», dijo él. Y ella vino.
En marzo de 2003 se casaron en ceremonia civil. Esta charla se desarrolla el día en que Jonah, el hijo de ambos, sopla su primera vela. El nombre del chaval es un homenaje a un músico de referencia para ambos, el estadounidense Jonah Smith. El crío le ha aplacado la intensidad de sus horarios.
Porque Say Chin no perdió el tiempo. «Lo más importante al llegar era aprender el idioma. El castellano es muy complicado, hay que memorizar y memorizar. Están las conjugaciones, los tiempos verbales, las concordancias». Así debe ser, aunque uno se hace cruces al escucharlo mientras observa la cantidad de trazos simbólicos que ella pinta en una cuartilla – «tenía que haber sido roja» – para escribir ‘felicidad’.
Optó por la inmersión social. Desde apuntarse a aquagim en los centros cívicos hasta matricularse en el campus alavés de la UPV para cursar Traducción e Interpretación. «No sé cómo aprobé el examen de acceso, ja, ja. Pero bueno, ahí aprendí mucho de castellano, la gramática, el vocabulario…» Fe de que lo domina. Los conocimientos musicales le han servido para dar clases de Lenguaje Musical y Piano; su amplio manejo de los idiomas, para enseñar a un público cada vez más curioso en el aprendizaje del chino.
Intérprete
Say Chin colabora con las instituciones como traductora e intérprete y guarda un recuerdo «muy interesante» por una labor semejante en Mercedes. Por su casa desfilan ahora diecisiete alumnos. «Éste es el primer año que tengo tres niñas chinas adoptadas, pero generalmente son chicos de aquí y también adultos».
El pasado día 26 se celebró el Año Nuevo chino y ella cuenta la leyenda que explica por qué el acontecimiento es allá rojo y ruidoso. Habla de un monstruo que devoró al hijo de una señora. Ella, sin razones ya para vivir, se negó a abandonar la casa ante la inminente vuelta del mal. Un hombre la conminó a marcharse, pero no obtuvo éxito. Así que quemó bambú que crepitaba con estruendo y forró las paredes con papeles rojos mientras la señora le preparaba empanadillas chinas de carne picada. Color y estrépito, antídotos contra el monstruo.
- Se la ve contenta aquí.
- Sí, lo estoy. Pero eso de ser malaya, china y de aquí te deja al final la sensación de no ser de ningún sitio.
- Desarraigo, que lo llaman.
- Sí, eso es.
saychin25@hotmail.com
(Puede haber caducado)