Norman Mailer escribió hace 50 años «El Negro Blanco»

El sueño de buen salvaje

La Razón, 22-01-2009

Entre otras consecuencias interesantes, la aparición de un Presidente como Obama demuestra que no es un dato irrelevante que los Estados Unidos se hayan forjado a sí mismos desde la conciencia de su diferencia, el llamado mito de su «excepcionalidad». Como, por otro lado, que el origen puritano de la cultura de los colonos cinceló en el marco de una naturaleza tan vasta como sublime una peculiar idiosincrasia existencial. El americano sólo confía en sus fuerzas, pero tiene línea directa con Dios. Tal como se muestra en la «Declaración de la Independencia», el individualismo calvinista, basado en la libertad de expresión, el respeto al pluralismo y en el derecho a la felicidad, fue el embrión de la cultura, las leyes, la educación y la política de Estados Unidos.
El hombre hecho a sí mismo
Si Europa tiene a su espalda una grandiosa Historia, América se concibe a sí misma como un territorio salvaje y virgen que debe ser colonizado y en el que todo puede construirse. En este contexto se comprende la aparición literaria de la figura del «Adán norteamericano»: ese huérfano «arrojado» a un mundo hostil y obligado a convertirse en un «Self – Made Man». Esta contraposición de la inocencia americana frente a la experiencia y vejez europeas se convertirá en el mito fundacional de su imaginario cultural.
La ingenuidad yanqui
Los nuevos Estados Unidos, en cuanto sociedad de inmigrantes, se sintieron obligados a hacer «tabula rasa». Sólo bajo presupuestos individualistas se contempló la posibilidad de asumir los viejos valores europeos. Este fenómeno también se ajustaba a una de las características del puritanismo americano: la importancia del disidente frente a la autoridad de la comunidad. En el ámbito ético – político esto significaba que no era preciso buscar ninguna fundamentación externa a las propias prácticas sociales de las sociedades democráticas. Desde este prisma cabe comprender el papel de los «Padres Fundadores» o la importancia de poetas o pensadores, luego reivindicados por la contracultura «beat» de los sesenta, como Emerson, Thoreau o Whitman.
No es casualidad que en su ensayo «El Negro Blanco» (1959) Norman Mailer recoja estas notas para ver en «el Negro» «sin raíces», por su existencialismo religioso y por su mayor cercanía a «lo primitivo» y al «presente», el futuro de América. «Detestado por su medio y en consecuencia, detestado por su propia persona, el Negro – escribe Mailer – se vio forzado a explorar la moral salvaje de la vida civilizada que el ¿Square¿ [el hombre aburguesado] condena alternativamente delincuencial, malvada, inmadura, mórbida, autodestructiva o corrupta».
Esta mirada hunde sus raíces en un optimismo que da más importancia al futuro y al experimento que al pasado y la autoridad. De ahí que Obama haya sacado a la luz el viejo debate entre el cinismo de los europeos y la ingenuidad yanqui. Hasta alguien tan sarcástico como Slavoj Zizek ha visto en este entusiasmo un indicio de progreso parecido a ese motor que Kant saludaba al analizar la ilusión generada por la Revolución Francesa. Si Obama es la encarnación del sueño americano es porque muestra que todo es posible. «Yes, we can»: este espíritu optimista que arranca de los «Padres Fundadores» y cuyo aliento llega hasta el nuevo Presidente «Negro Blanco» entiende, por decirlo con las palabras de Richard Rorty, que basta con cuidar de la Libertad para que la Verdad cuide a su vez de sí misma.
Germán CANO

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