Para burlarse del racismo

ABC, JAMES D. FERNÁNDEZ, 22-01-2009

Los retos son imponentes. Crisis de las instituciones financieras, recesión económica, un planeta con fiebre, una deuda externa apabullante, dos guerras sin término, un gobierno que ha politizado la justicia y ha permitido la tortura, un sistema sanitario roto, una reputación internacional por los suelos… En medio de este caos, EE.UU. ha celebrado la llegada de su primer primer presidente afroamericano. Los caminos de la historia son inescrutables.

Llevábamos ocho años en un túnel, obsesionados con los problemas políticos, diplomáticos y económicos generados por los vaivenes históricos y por la incompetencia de la administración de George W. Bush. Y casi sin que nos diéramos cuenta de la magnitud del acontecimiento, EE.UU. ha dado un paso de gigante en la superación del racismo. Somos muchos los que no pensábamos alcanzar a ver este gran día durante nuestras vidas.

Y es que ese país parece haberse transformado. Los racistas de las películas que crean y ven los jóvenes hoy ya no son los contrincantes siniestros y formidables del cine de antaño. El racismo, en muchos productos culturales de hoy, no parece ser un grave problema moral que hay que tratar con solemnidad. Para muchos jóvenes, el racismo es, simplemente, una variante de la estupidez; y los racistas, o son ancianos ridículos y dignos de compasión porque no se han enterado de que la guerra se acabó, o son imbéciles grotescos, dignos sólo de risa.

No hay que menospreciar la ingente labor de los que, durante décadas, han combatido el racismo. Pero la llegada de Obama es el comienzo de un importante capítulo en la historia de la justicia y la igualdad. La juventud se ríe ahora del derroche de talento y de la injusticia que ha supuesto la exclusión racial, se burla de esta estupidez histórica.

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