NUEVA ERA EN LA CASA BLANCA / El discurso

«América está dispuesta a liderar»

El Mundo, 21-01-2009

Obama asume la «abrumadora» tarea de gobernar un país en crisis reafirmando una «grandeza» que debe «ganarse», renovando su compromiso con los derechos humanos y ofreciendo amistad al resto del mundo «Conciudadanos: Me presento hoy aquí abrumado por la tarea que tenemos por delante, agradecido por la confianza que me habéis depositado, consciente de los sacrificios llevados a cabo por nuestros antepasados (…). Que nos encontramos en plena crisis es algo que en estos momentos se comprende fácilmente. Nuestra nación está en guerra, enfrentada a una red de violencia y odio de largo alcance. Nuestra economía está gravemente debilitada como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también de nuestro fracaso colectivo a la hora de tomar decisiones complicadas (…).


Hoy os digo que los problemas a los que nos enfrentamos son auténticos.Son graves, y son numerosos. No va a ser fácil plantarles cara, y tampoco hacerlo en un breve lapso de tiempo. Pero entérate de esto, América: les vamos a plantar cara. (…). Ha llegado el momento de reafirmar nuestro espíritu sempiterno, de elegir lo mejor de nuestra Historia, de transmitir ese preciado regalo, esa noble idea, que ha ido pasando de generación en generación: la palabra dada por Dios de que todos somos iguales, de que todos somos libres y de que todos merecemos una oportunidad en la búsqueda de la plenitud de la felicidad.


Al reafirmar la grandeza de nuestra nación, nos damos cuenta de que la grandeza no es nunca un regalo. Hay que ganársela.Nuestro viaje no ha transitado nunca por atajos ni se ha conformado con menos. No ha sido un camino para pusilánimes (…). Ha sido más bien el de los dispuestos a asumir riesgos (…).


Por nosotros empaquetaron sus escasas posesiones materiales y viajaron a través de los océanos en busca de una nueva vida.(…) Por nosotros combatieron y murieron en lugares como Concord y Gettysburg, como Normandía y Khe Sahn. Esos hombres y esas mujeres se esforzaron incansablemente y trabajaron hasta que se les pusieron las manos en carne viva para poder tener una vida mejor. Se dieron cuenta de que EEUU era tan grande como la suma de sus ambiciones individuales, y más grande que todas las diferencias de nacimiento, riqueza o grupo.


Este es el viaje que proseguimos hoy. Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa de la tierra. Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando comenzó la crisis. Nuestras mentes no son menos ingeniosas. Nuestros productos y servicios no son menos necesarios de lo que lo eran la semana pasada, o el mes pasado, o el año pasado. Nuestra capacidad sigue estando intacta. Sin embargo, la hora de seguir tozudamente sin cambiar, de proteger unos intereses de corto alcance y de aplazar las decisiones poco agradables… Esa hora ya ha pasado. A partir de hoy mismo tenemos que ponernos en marcha, tenemos que sobreponernos y tenemos que recomenzar otra vez la tarea de reconstruir Estados Unidos.


Allá donde miramos hay trabajo por hacer. La situación de la economía exige que se haga algo, con audacia y rapidez, y lo vamos a hacer; no sólo crear nuevos puestos de trabajo sino echar nuevos cimientos para el crecimiento económico (…).


Ahora bien, hay quienes cuestionan la magnitud de nuestras ambiciones (…). Lo que los cínicos no pueden entender es que las cosas han cambiado a pesar de ellos, que los argumentos políticos del pasado, esos que durante tanto tiempo nos han consumido, ya no sirven de nada.


La pregunta que nos formulamos hoy no es si nuestro Gobierno es demasiado intervencionista o lo es demasiado poco, sino si funciona, si ayuda a las familias a encontrar puestos de trabajo con salarios decentes, una asistencia [sanitaria] que puedan pagar y una jubilación que sea digna. Donde la respuesta sea afirmativa, intentaremos llegar más lejos. Donde la respuesta sea negativa, habrá planes para resolverlo.


Además, aquellos de nosotros que manejen fondos públicos, estarán obligados a rendir cuentas de ello (…) porque sólo entonces vamos a poder restablecer la confianza que resulta indispensable entre un pueblo y su Gobierno.


Tampoco la cuestión que se nos plantea gira en torno a si el mercado es una fuerza para bien o para mal. Su poder para generar riqueza y para expandir la libertad no tiene parangón, pero esta crisis nos ha recordado que, sin nadie que lo vigile, el mercado puede descontrolarse, y también que una nación no puede prosperar si favorece exclusivamente a quienes ya les va muy bien.


El éxito de nuestra economía ha dependido siempre no sólo de la magnitud de nuestro Producto Interior Bruto sino de la distribución de nuestra prosperidad, de nuestra capacidad de extender las oportunidades a todos aquellos que quieran, no por caridad, sino porque es el camino más seguro hacia el bien común.


En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos el falso dilema entre nuestra seguridad y nuestros ideales, Nuestros padres fundadores, enfrentados a peligros que a duras penas podemos imaginar, redactaron una Constitución que garantizaba el imperio de la ley y los derechos del hombre. Esos ideales iluminan todavía el mundo y no vamos a renunciar a ellos por una cuestión de mera conveniencia. Por eso mismo, que todos los demás pueblos y gobiernos que nos están viendo hoy, desde las más grandes capitales a la pequeña aldea en que nació mi padre, sepan que Estados Unidos es amigo de toda nación y de todo hombre, mujer y niño que persiga un futuro de paz y dignidad, y que una vez más estamos dispuestos a asumir el liderazgo.


Recuérdese que generaciones anteriores pusieron en retirada al fascismo y al comunismo no sólo con misiles y carros de combate sino con sólidas alianzas y convicciones firmes. Esas generaciones comprendieron que sólo nuestro poder no nos basta para defendernos, y tampoco nos da derecho a hacer lo que nos venga en gana. Antes bien, eran conscientes de que nuestro poder aumenta mediante su utilización prudente; nuestra seguridad emana de la justicia de nuestra causa, de la fuerza de nuestro ejemplo, de las cualidades atemperadas de la humildad y la moderación.


Nosotros somos los guardianes de este legado. Guiados una vez más por estos principios, podremos enfrentarnos a esas nuevas amenazas que exigen un esfuerzo aún mayor y una cooperación y un entendimiento mayores entre las naciones.


Vamos a empezar por dejar Irak de manera responsable en manos de su pueblo y por fraguar en Afganistán una paz ganada con un esfuerzo extraordinario. Vamos a trabajar de manera incansable con amigos de siempre y con antiguos enemigos para reducir la amenaza nuclear y hacer retroceder al fantasma del calentamiento del planeta. No vamos a pedir perdón por nuestro estilo de vida ni nos va a temblar el pulso en su defensa y, a aquellos que tratan de imponer sus objetivos mediante el terror y las matanzas de inocentes, les aseguramos ahora que nuestro ánimo es más fuerte y no van a poder quebrantarlo (…).


Somos una nación de cristianos y musulmanes, de judíos y de hindúes, y también de no creyentes. Estamos hechos de todas las lenguas y de todas las culturas, llegados desde todos los rincones de la tierra, y como hemos probado el trago amargo de una guerra civil y de la segregación [racial], y como hemos salido más fuertes y más unidos de ese siniestro capítulo de nuestra Historia, no nos queda más remedio que creer que los odios ancestrales quedarán superados algún día (…), y que EEUU debe jugar su papel en el advenimiento de una nueva era de paz.


Al mundo musulmán, que buscamos un nuevo camino hacia el futuro, basado en el interés mutuo y en el respeto mutuo. A los dirigentes políticos de todo el mundo que tratan de sembrar el conflicto, o que echan a Occidente la culpa de los males de sus sociedades, sabed que vuestros pueblos os juzgarán por lo que hayáis podido hacer, no por lo que hayáis destruido.


A aquéllos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y que silencian a los disidentes, sabed que estáis del lado equivocado de la Historia, pero que os echaremos una mano si estáis dispuestos a abrir el puño. A los pueblos de naciones pobres, que nos comprometemos a trabajar a vuestro lado (…).


En fin, a aquellas naciones que, como la nuestra, disfrutan de una relativa abundancia les decimos que ya no pueden mostrar por más tiempo indiferencia ante el sufrimiento que hay fuera de nuestras fronteras, que tampoco podemos consumir los recursos del mundo sin preocuparnos de las consecuencias. Porque el mundo ha cambiado y nosotros debemos cambiar con él.


Cuando nos paramos a pensar sobre el camino que se extiende ante nosotros, recordamos con humilde gratitud a aquellos valientes norteamericanos que, en estos mismísimos momentos, patrullan desiertos remotos y montañas distantes (…).


Es posible que las dificultades que se nos plantean nos resulten desconocidas. También es posible que los instrumentos con los que las afrontamos nos resulten desconocidos. Sin embargo, esos valores de los que depende nuestro éxito, el trabajo duro y la honradez, el valor y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo… Todo eso es lo de siempre. Es lo auténtico. Todo eso ha sido la fuerza callada de nuestro progreso a lo largo de nuestra Historia.


Lo que se nos exige entonces es una vuelta a esas verdades. Lo que se nos exige ahora es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento, que tenemos que hacer todos los norteamericanos, de que tenemos unas obligaciones para con nosotros mismos, con nuestra nación y con el mundo, unas obligaciones que no podemos aceptar a regañadientes sino asumir de buena gana, con el convencimiento firme de que no hay nada tan satisfactorio para el espíritu, tan definitorio de nuestra personalidad, que encomendarnos a todos una tarea difícil. Ese es el precio y el compromiso de la ciudadanía. Esa es la fuente de nuestra confianza, el saber que Dios nos llama a que modelemos un destino incierto (…).


Así pues, anotemos esta fecha sin olvidar quiénes somos y lo lejos que hemos llegado. En el año del nacimiento de EEUU, en el más gélido de los meses, un pequeño grupo de patriotas se apretujaba alrededor de los rescoldos de unas hogueras en las orillas de un río congelado. La capital había sido abandonada.El enemigo proseguía su avance. La nieve estaba manchada de sangre.En un momento determinado, cuando el destino de nuestra revolución era más dudoso que nunca, el padre de nuestra nación ordenó que se leyeran estas palabras al pueblo: «Que se informe al mundo en el futuro… de que en lo más crudo del invierno, cuando ya nada era capaz de sobrevivir, salvo la esperanza y la honra…la ciudad y el país, sobresaltados ante el peligro común, se pusieron en marcha para hacerle frente».


Ante los peligros comunes que nos acechan, en este invierno de dificultades, recordemos estas palabras imperecederas. Con esperanza y con honra, desafiemos una vez las aguas heladas y resistamos las tormentas que puedan caernos.


Que los hijos de nuestros hijos puedan decir que, cuando nos pusieron a prueba, nos negamos a aceptar que este viaje se acabara, que no nos echamos atrás, y que tampoco flaqueamos, y con los ojos fijos en el horizonte, y con la gracia de Dios, cargamos adelante este gran don de la libertad y lo transmitimos íntegramente a las futuras generaciones».


Delmundo.es


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Los mejores momentos del discurso.

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