editorial

Sólo una esperanza, de momento

Diario de noticias de Gipuzkoa, , 20-01-2009

Q
UIENES le conocen dicen de él que es un experto en la puesta en escena que ha aprovechado su condición de joven, de negro, de contenidamente emotivo, para presentar a la sociedad estadounidense una imagen de político estéticamente impecable. La entrada en Washington de Barack Obama
tras su viaje a bordo del histórico tren que transportó a Lincoln ha coincidido en el tiempo con unos datos esperanzadores: tregua en Oriente Medio, el gas ruso discurre de nuevo por las tuberías para que Europa no se hiele y hasta un héroe americano salva las vidas de los pasajeros de un avión accidentado. Augurios todos ellos que llaman al optimismo del ciudadano estadounidense que quiere ver en Obama al comandante negro, bueno y valiente que les mantendrá a todos sanos y salvos. En la convención demócrata de 2004 Obama se dio a conocer con un impactante discurso bajo el lema Audacia de la esperanza , que resultó para el ciudadano medio americano algo más que una bella frase para convertirse en una esperanza con base en el Yes, we can! , ese ¡Sí, podemos! que desearía convertir en ¡Sí, lo lograremos! Esos mismos augurios positivos que le han acompañado en su viaje en ferrocarril tienen que acompañarle en la difícil remontada del desastre en el que la nefasta política de su predecesor ha sumido al país, en la recuperación de la confianza perdida, en la salida del abismo en que la Administración Bush ha hundido la economía y la política exterior. Obama, que tuvo la audacia de encarnar la esperanza, ahora tiene que dar la cara en los tres frentes más complicados que le esperan. Tiene que afrontar el cambio de modelo económico o, al menos, acertar con las medidas para salir de la crisis económica. Tiene que tomar decisiones urgentes sobre Guantánamo, sobre las tropas en Irak y Afganistán, sobre la política global en Oriente Medio con la patata caliente del conflicto árabe-israelí, respecto al que ha pasado sobre ascuas durante su espectacular viaje en el tren de Abraham Lincoln. Pero ya no bastan los novedosos efectos especiales de la imagen y la comunicación, ya no basta con la exhibición de una perfecta estética de la política. Ahora toca actuar y no defraudar. Difícil reto para un presidente que hasta el momento se ha limitado a los ensayos

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