Al ministro Celestino Corbacho se le considera un político sensato, trabajador y poco dado al lucimiento personal ante la Prensa. Su entrada en el Gobierno fue recibida con alivio tras la gestión demagógica de su antecesor, Jesús Caldera, cuya política de inmigración están pagando tan cara el país y los propios inmigrantes. Precisamente para poner remedio al desaguisado del «papeles para todos», Corbacho ideó un plan en dirección contraria: facilitar la repatriación de los inmigrantes que se quedaran en paro. La iniciativa era perspicaz. Sin embargo, el ministro de Trabajo cometió el error, tan común en este Gobierno, de hacer propaganda partidista, y la presentó como la fórmula magistral a la que se acogerían no menos de 100.000 personas. Pues bien, en los dos primeros meses sólo se han acogido al Plan retorno 1.400 inmigrantes. Es lo malo que tiene vender la piel antes de cazar el oso.