A Edgar Belfort lo apodaron Llanero por su condición de llanero solitario cuando latins y ñetas andaban a la greña. «Nunca he pertenecido a ninguna pandilla, pero siempre me juntaba con pandilleros», asegura el que es hoy presidente de la Asociación de Latin Kings, Ñetas y Jóvenes de Barcelona Unidos por el Flow, cargo que ha obtenido asambleariamente, quizás por su condición neutral. La historia de Llanero, amante de la música, rapero y, de profesión «pladurista», se asemeja a la de muchos otros jóvenes emigrantes que llegaron a España en busca de trabajo. Vino de Ecuador en el 2003 con 21 años. Fue por azar – cuenta – , el pasaje iba a ser para su hermano, pero este se enamoró y pasó a ser él quien siguiese su destino. Llanero es un chico de la calle, aquella en la que solo sobreviven los fuertes. «En Ecuador te podían dar una cuchillada si creían que los mirabas mal. Antes no pensaba en nada ni en nadie y era violento, pero ahora ya no. La música te hace pensar, si compones no puedes mentir ni mentirte». Edgar ha visto en Unidos por el Flow una ocasión que no podía dejar escapar: «En mi país nunca tendrás la oportunidad de grabar un disco si vienes de la calle».

Así que para él este proyecto, en el que cree «con los ojos cerrados», se ha convertido en una ilusión más en su vida. «Tengo algo que conseguir, por lo que luchar y que necesito expresar. Sé que ya no puedo cambiar a la gente de mi edad que vive en la calle, pero sí puedo intentar hacerlo con los que nazcan ahora o los más jovencitos de doce o trece años. Si yo pude, ellos también pueden».

Concluye que el ideal de su vida sería dedicar el cien por cien de su tiempo a componer. «Los chavales funcionan con ejemplos, y ver a los niños cantando tus letras es todo un premio». Sin embargo, es consciente de que todavía no tiene los medios. Y dentro de poco será padre. Pero sentencia, impregnado del espíritu del proyecto en el que participa: «Nada es imposible».