«La educación es, hoy en día, el gran misterio»

El Mundo, LUIS MARTINEZ. Enviado especial, 16-01-2009

El triunfador del Festival de Cannes, Laurent Cantet, presenta ‘La clase’, uno de los retratos más lúcidos de todos los tiempos sobre la adolescencia París


Laurent Cantet es francés. Se le nota en que viste y habla como un francés, y porque, entre parrafada y parrafada, suelta sus impresiones sobre cosas tales como «las relaciones de poder», «el sistema»… Y, sin embargo, uno termina de ver su película La clase (estreno, hoy) y podría confundirle, qué cosas, con un griego: por ejemplo, Plutarco, ese moralista amigo de emperadores.«Educar no es llenar la cabeza de un crío sino iluminarla», decía el griego y repite con gusto (y en francés) Cantet.


La clase es uno de esos milagros que, de cuando en cuando, aterrizan en la cartelera. Como siempre ocurre con las películas de obligado cumplimiento (ésta lo es), se ha tomado su tiempo en llegar a los cines. Ganó la Palma de Oro en Cannes allá por mayo; es una de las favoritas a hacerse con el Oscar a la mejor película extranjera y, para no alargar la lista de méritos, es sencillamente brillante.¿Y de qué va? «De lo que dice el título. Se trata de ver lo que ocurre entre los muros de una clase en un colegio cualquiera», dice el director. Y continúa: «La idea fue mantenerse lejos de los prejuicios. No se pretende atacar a unos ni defender a otros.Todos, alumnos, profesores y padres, tienen momentos lúcidos y mezquinos. Todos son culpables e inocentes. Así es en la película y, de verdad lo creo, en la vida».


Cantet disfruta mientras razona sobre los motivos de su cinta.«Todo empezó mientras estaba liado con Hacia el sur. Quería rodar una película en un colegio, pero no daba con la manera». Y en eso se cruzó en su camino el libro de François Bégaudeau La clase (El Aleph editores). Bégaudeau fue profesor y ahora es periodista, escritor y, por culpa de Cantet, actor ocasional. En La clase interpreta al maestro. «Lo que me interesó de su texto es que los adolescentes no aparecen como tontos o delincuentes. Son de verdad».


Y esa verdad se deja ver en el guerrear continuo de unos adolescentes por dar con con lo que sea que buscan los adolescentes. «A sí mismos, quizá», dice el director. O sea, lo que buscamos todos, con más o menos desesperación. En La clase hay críos de procedencia diversa frente a un profesor que poco tiene que ver con el viejo maestro de escuela: ni por empaque ni por indumentaria ni por asomo. «De lo que me he dado cuenta después de presentar la película por todo el mundo es de que el problema es el mismo en cualquier parte. La educación es en este momento el elemento más misterioso de las relaciones humanas». Una calada. «Quizá siempre lo ha sido, pero ahora nos creemos que es más grave».


La emigración y, detrás, la disputa entre integración o asimilación; la pérdida de las jerarquías, el descontrol «Las cosas han cambiado.No es malo, es diferente. Cambian las relaciones humanas y, de su mano, las de poder. El sistema se transforma. He intentado que ese conflicto esté en la película. Pero sin juzgarlo. Está claro que el profesor ya no es ese superadulto que castiga. François adopta ese nuevo papel de presentarse a sus alumnos de otra manera.Y eso le hace meterse en problemas nuevos y descubrir nuevas soluciones. Al fin y al cabo, la seducción siempre ha sido el primer paso de la educación».


Decía Karl Kraus que «educación es lo que la mayoría recibe, muchos transmiten y pocos tienen». La pregunta es obligada: ¿Es ahora la educación peor? «Ser adolescente es igual de complicado ahora que antes. Cuando uno se educa, busca diferenciarse sin perder de vista el reconocimiento de los otros. Esto es siempre igual», concluye Cantet, padre de hijos adolescentes. Ellos, por cierto, creen que ésta es la mejor de sus cuatro películas.«Me inquietaría que no fuera así».


50 voluntarios, tres cámaras y un montón de paciencia


La palabra «realidad» asoma en la conversación tantas veces como «verdad» y su mano amplio campo semántico. La película no utiliza actores. Todos lo chicos que aparecen son alumnos de un colegio de París que quisieron participar en una especie de taller de interpretación. Desde noviembre de 2006 hasta el final del curso, 50 voluntarios ensayaron, improvisaron, crearon «El guión era una estructura muy básica de la que surgían las historias». De ese medio centenar de intérpretes, quedaron 25. «No hubo selección nuestra. Se quedaron los que quisieron», explica Laurent Cantet.


A lo largo de poco más de dos horas, la cámara se introduce en el interior de la escuela con la vocación nada fingida de trascender el caduco aparataje de cierto documental, digamos a lo Michael Moore, entre el espectáculo, la denuncia impostada y el simple griterío.


«Trabajamos seis horas diarias como en un rodaje normal con tres cámaras: una pendiente del profesor, otra de la acción principal y otra de los detalles. Sobre un trabajo previo y con una historia que seguir, el resto era actuar». ¿Los chavales se interpretaban a sí mismos? «No, son actores natos. En la mayor parte de los casos, nada tiene que ver el personaje con la personalidad real de su actor. Por otra parte, tampoco utilizamos todo lo que grabamos.El cine, como la literatura, se alimenta de momentos excepcionales.Simplemente, dejamos que surgieran».


Así se hizo una película distinta


>La cantera. Los alumnos fueron reclutados en un instituto de París, el François Dolto. «No pudimos rodar ahí porque el edificio estaba en obras. Salvo eso, quisimos que todo fuera tal cual es en la realidad».


>50 de 50. Nunca hubo ‘casting’. «No vimos a 3.000 chavales como en las películas americanas. Nos limitamos a contar con aquéllos que quisieron participar».


>Plan abierto. «Los actores no pararon de introducir cambios.Por ejemplo, el alumno chino del libro no habla nunca. En la película, no para. Fue él quien formó a su personaje de acuerdo con su manera de ser»..


>Un secreto. Apenas se ven miradas. «La película se rodó como un partido de tenis: el profesor a un lado, los alumnos al otro».

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