Se dispara la cifra de maltratadores que recibe terapia psicológica en Gipuzkoa

La Ley Integral contra la Violencia de Género ha generalizado los programas de este tipo como alternativa a la cárcel en las condenas de los casos leves. Calculan que el tratamiento tiene éxito en el 60% de los agresores atendidos

Diario Vasco, JUANMA VELASCO, 11-01-2009

DV. Tras años de indiferencia, de abandono y de mirar para otro lado, la violencia de género ha dejado de ser un fenómeno semioculto y circunscrito al interior del hogar. La sociedad y las instituciones se vuelcan con las víctimas y les ofrecen todo el apoyo necesario para superar el trance que supone ser agredida. En esta labor, tampoco se deja de lado a los maltratadores. En los casos de agresiones consideradas leves, existen terapias para tratar de reconducir su conducta.


La entrada en vigor de la Ley Integral contra la Violencia de Género (diciembre de 2004), que contempla estos programas, ha hecho que en los últimos tres años se disparen los casos de maltratadores que se someten a este tipo de terapias derivados de los juzgados. En Gipuzkoa, se pasó de 20 maltratadores que se sometieron a estos programas en 2005 a los 104 que lo hicieron durante el último año del que se disponen datos (2007), cantidad que, a la espera, del último balance anual, se incrementó durante 2008.


La materia es delicada. El tratamiento terapéutico de los maltratadores siempre ha estado acompañado de cierta polémica. A menudo, diferentes voces han denunciado «la inutilidad» de estas terapias o el hecho de que se destinen recursos públicos para llevarlas a cabo. «La experiencia que tenemos es que con este programa no se está dejando de atender a ninguna víctima que lo solicita. Además, el tratamiento a los maltratadores es preventivo para evitar otras futuras víctimas», afirma Ana Sánchez, coordinadora del Programa de Atención Psicológica a la Víctima del Maltrato en el Ámbito Convivencial y/o Posible delito contra la Libertad Sexual. El programa, que atiende principalmente a víctimas, está coordinado por el Colegio de Psicólogos de Gipuzkoa y subvencionado por la Diputación. En la actualidad, 87 psicólogos participan en él.



Pionera en terapia

Gipuzkoa fue pionera en España en la puesta en marcha de programas de este tipo. Entre 1990 y 1992, el psicólogo donostiarra Javier Madina puso en marcha con éxito un programa piloto en los juzgados de San Sebastián, subvencionado por el Gobierno Vasco. El relevo lo tomó en 1993 el programa coordinado por el Colegio de Psicólogos de Gipuzkoa. Entre 1995 y 2004, al menos 218 maltratadores tomaron parte en algún tipo de terapia, aunque sólo 40 se sometieron a un tratamiento individualizado.

La entrada en vigor de la Ley Integral contra la Violencia de Género, que contempla este tipo de terapias, ha hecho que se multipliquen los casos de maltratadores que participan en estos programas. «En sentencias con penas inferiores a dos años de cárcel, el juez les obliga a pasar por un tratamiento», explica la coordinadora del programa.

La de someterse a este tratamiento es una de las medidas que el juez decreta dentro de la condena, junto a multas, órdenes de alejamiento… De hecho, «los que acuden obligados por sentencia, no se pueden negar a seguir la terapia porque, de lo contrario, ingresarían en prisión. Ocurriría lo mismo si no cumplieran otras medidas de la sentencia como saltarse una orden de alejamiento», añade.

Los maltratadores que participan en este tipo de terapias «son los casos más leves». De hecho, los defensores de estos tratamientos aseguran que «cuanto más pronto se atienda a estas personas se realiza una mayor prevención de situaciones más graves».

Resultados satisfactorios

Durante el último año 39 maltratadores culminaron el programa en Gipuzkoa. De entre 23 y 59 años, entre ellos había desde licenciados a personas con estudios primarios; separados, casados y solteros; y un 30% de extranjeros.

«Los resultados fueron bastante satisfactorios». De los cinco que acudieron de forma voluntaria, sin condena de por medio, el 100% del resultado es satisfactorio. «Los que vienen de forma voluntaria reconocen de antemano que tienen un problema y piden ayuda. Se dan cuenta de que en determinadas situaciones no pueden controlar su ira y no quieren verse como maltratadores», explica la psicóloga.

En ocasiones, tras los casos que acuden de forma voluntaria se esconde un ultimátum de la pareja a que acuda a una de estas terapias bajo la amenaza de dar por terminada la relación.

De los que acudieron obligados por una sentencia – la mayoría – el resultado positivo se cifra en el 60%. «Con ellos hay que comenzar el trabajo de más atrás». Durante 18 sesiones de terapia individualizada – prorrogables a nueve más – los terapeutas trabajan objetivos como el control de la ira, el reconocimiento del daño, la empatía con la víctima, un cambio de comportamiento y de actitudes, el perdón… En definitiva, se busca «que asuman la responsabilidad del daño y que empaticen con las víctimas como intento de prevenir la repetición de la violencia con ésta u otras parejas».

La labor no es fácil. No hay que olvidar que los agresores perciben el recurso de la violencia en una pareja como un medio para controlar la vida de la mujer. «No son enfermos. Un maltratador tiene como cualquier otra persona la capacidad de aprender comportamientos diferentes. Es más fácil si se coge en estadios iniciales».

Aunque hay abandonos y fracasos en la terapia, el trabajo con los agresores más leves hace que un buen número de ellos reconozca su problema, se arrepienta y aprenda a controlarse. «El deseo por parte del maltratador de cambiar es el mejor predictor terapéutico».

jmvelasco

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