Leónidas Vargas, capo colombiano de la droga, fue tiroteado anoche en su habitación del hospital. Dos sicarios lo ajusticiaron de cuatro disparos efectuados con una pistola con silenciador

Ajuste de cuentas en el 12 de Octubre

La Razón, 10-01-2009

Estaba en la calle por su precario estado de salud. Cuando tuvo que ingresar en el hospital lo «cazaron» sin piedad

Las venganzas siguen sus propias normas. De poco le sirvió a Leónidas Vargas Vargas,  «El viejo», de 59 años y capo colombiano de la droga, que su estado de salud augurase una muerte natural cercana. Ayer, dos sicarios lo asesinaron a tiros en la habitación que ocupaba, la 543, en el hospital 12 de Octubre, en la planta de Cardiología y Trasplantes. Vargas había sido detenido en 2006 mientras trataba de salir hacia Alemania con pasaporte venezolano falso. Fue imputado por un delito de tráfico de drogas con un alijo de más de 500 kilos de por medio y se encontraba a la espera de juicio. Sin embargo, su precario estado de salud había permitido que se le concediese una situación de prisión atenuada. Vivía en su domicilio de Madrid y el 2 de enero había tenido que ingresar en el hospital por una complicación de los graves problemas médicos que sufría.
A sangre fría y con silenciador
Quienes fueron a por él sabían que estaba allí y dónde exactamente, y fueron directamente hasta la habitación. Encañonaron al otro paciente que compartía cuarto con el «narco», le hicieron volverse contra la pared y, a sangre fría, cumplieron con su particular y salvaje código de dinero y «honor». Al menos cuatro impactos terminaron con el que fuera uno de los pesos pesados colombianos en las épocas gloriosas del «narco» y de Pablo Escobar. Luego se dieron a la fuga.
Una trabajadora del centro que estaba acompañando a su marido, ingresado a la sazón en la habitación del hospital, recuerda que el enfermo vio pasar a alguien «muy cubierto, con bufanda y gorro» y comentó «Qué frío debe hacer fuera, mira cómo va ese». Poco después escucharon golpes en el cuarto de al lado, pero no los identificaron como disparos hasta que salieron y una enfermera les informó del asesinato. La mujer acertó, incluso, a ver a uno de los sicarios a la fuga. «No sabría definir como era, estatura media, pero no llegué a verle la cara».
Las versiones de los pocos que atisbaron al asesino difieren, quizá porque, en contra de lo que se pensaba en inicio –y siempre según la versión facilitada por la Policía Nacional– eran dos hombres, y no uno.
«A mí», comenta una chica que acompañaba a su padre, «me ha dicho una enfermera que cuando ha salido se ha levantado la gorra y ha dicho ‘Ya está hecho’».
Una vez confirmado el asesinato, y la identidad (consultando el registro del hospital aunque a la espera de comprobación), la Policía estableció un férreo cordón de seguridad, cerrando las plantas tercera, cuarta, quinta y sexta, que fueron rastreadas de manera exahustiva y de las que se evacuó a todo el mundo excepto los pacientes y los trabajadores necesarios.
Sobre las once de la noche, tres plantas permanecían todavía cerradas y la Policía trataba de identificar a los autores también mediante los vídeos grabados por las numerosas cámaras de seguridad del centro.
Fue una de las enfermeras del 12 de Octubre, que estaba trabajando, la que tuvo que pasar el duro trago de entrar en el cuarto y encontrarse al viejo «capo» cosido a balazos.
El otro paciente se encontraba en estado de shock y también la enfermera tuvo que ser atendida médicamente tras sufrir una crisis de ansiedad.

De carnicero a poderoso «capo»
«El Viejo», «Paras de Alicate» «El Rey de Caquetá» (su departamento natal en el sur de Colombia). Un hombre hecho a sí mismo de la manera más siniestra. Empezó como expendedor de carne y en algún momento pensó que la cocaína sería más rentable. Llegó a ser uno de los «narcos» más prósperos de su país. En los ochenta estuvo asociado con Gonzalo Rodríguez Gacha, «El mexicano», jefe militar del legendario cartel de Medellín que dirigía entonces Pablo Escobar. Mexicano y Escobar murieron de forma similar a la que el destino reservaba para Vargas. Entre sus «hazañas» se encontraban pactos con la guerrilla para distribuir la coca, organización de bandas de sicarios e implicación en varios homicidios. Colombia llegó a ofrecer 5 millones de dólares por su captura.
 

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