Con la muerte a cuestas
ABC, , 04-01-2009Detrás de cada suceso puede haber una historia sorprendente. Y detrás de la muerte de una joven porteadora tras ser pisoteada por otras compatriotas en la frontera de Beni Enzar, que separa Melilla de Marruecos, también. La joven, de 30 años, de la que nunca se supo su identidad, era licenciada en Derecho. Potencial abogada en toda regla, nunca había ejercido porque nunca pudo ponerse una toga, defender los derechos de los demás o lidiar ante un tribunal. Tenía que alimentar a sus tres hijos de corta edad y a sus padres. Era el pilar de la casa. Sin marido, con la necesidad económica que determina la pobreza, se veía obligada a ejercer de porteadora pero sólo de manera ocasional. Con ello se ganaba entre 6 y 8 euros en una mañana. Eso después de descontar los impuestos que marcan los sobornos que practican los agentes marroquíes en el paso, resumidos al cobro de una comisión al porteador si quiere que el traslado de mercancía a Marruecos se produzca sin problemas.
Ni los integrantes de Coalición Por Melilla – CpM – , uno de los partidos en la oposición en la Asamblea de la Ciudad Autónoma, lo saben. Aunque eso no ha sido obstáculo para que cursen una petición al Ayuntamiento para conseguir una indemnización para la familia de la joven muerta. Piden 60.000 euros, una iniciativa que pretenden convertir en un homenaje a la figura del porteador. Una figura anónima pero que ayuda a generar cuantiosos ingresos económicos a la ciudad. Nada menos que 9.000 millones de las antiguas pesetas al año y hasta 48.000 millones en seis meses. Una maquinaria económica que la mueven los más de 3.000 marroquíes, en su mayoría mujeres, que cruzan de lunes a viernes el paso.
Lo hacen por la misma jaula que atravesó la fallecida, cuyo cadáver está enterrado ya en Marruecos, después de que la Ciudad Autónoma pagara los 3.000 euros que las autoridades marroquíes pedían para hacerse cargo del cuerpo.
Los hijos y los padres de esta potencial abogada a la que los derroteros de la vida le hicieron dedicarse a la carga de kilos sobre sus espaldas – una mujer puede trasladar hasta 60 ó 90 kilos ella sola – se han convertido en víctimas de un sistema tercermundista pero irónicamente millonario.
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