CATALUNYA SE FINANCIA

Historias del gordo

La Vanguardia, , 23-12-2008

Aseguraban los vendedores que el 32265 se había vendido décimo a décimo a gente del Raval y a turistas. “A muchos imsersos,así que se habrá ido también a Granada o La Coruña…”, apuntaba la encargada Isabel Moliner, feliz, como su hija Mónica y el resto de los empleados. Era su primer gordo desde que abrió el establecimiento, en 1933. Y en esas estaba, contando lo bien que le iría a la gente ante la crisis, cuando apareció el primer agraciado del barrio, Manuel Gastó, un jubilado que décimo en mano dio poco juego a los periodistas: “Servirá para la hipoteca de mi hija”.

Mucho más juego daría Joan Fernández, que apareció asegurando que le había tocado el gordo: “Me voy a comprar un piso y un coche y lo voy a tunear hasta las trancas”. De entrada ya se había tuneado el cogote en una peluquería de su barrio (“en la Meridiana”). Si quería hacerse famoso con las cámaras de televisión y las fotografías en la prensa no lo tendrá fácil, porque lo más reproducido será su cogote (véase aquí en la página 8). Será un cogote más famoso estos días que el de David Beckam. Por el arreglo capilar le habían cobrado a Juan 10 euros: “Aunque la chica meha pedido más, pero todavía no he cobrado (los 300.000 euros)”. Al poco, se había olvidado del piso, y aseguraba que cuando cobre, “me lo voy a fundir, a la mierda la crisis”. Igual recapacita, porque lleva dos meses en el paro y su ramo, es el de la construcción, ay.

Más centrado apareció Hamal Syr, un bengalí que asegura tener “más de 18 años” y que juega “cada semana, también, al euromillón”. La lotería da menos que el gran eurosorteo, pero seguramente ayer fue el mejor de los días de Hamal en Barcelona, adonde llegó hace tres años y medio, para alojarse con su tío y acabar trabajando en la cocina de un restaurante de la Rambla. Ayer se levantó, vio por televisión cómo cantaban su gordo, y se fue a una sucursal, a ingresar el décimo.

“¿Enviarás dinero a tu familia?”, le preguntaron. “No, será para comprar algo, un local, para un restaurante”, contestó. “¿Y hoy, ¿fiesta?”. Tampoco, “no voy a dejar el trabajo”. Hamal no fue el único bengalí con 300.000 euros. Su amigo Silim Ahmed (29 años, sólo un año en Barcelona, sin trabajo) tenía otro décimo ganador. Estuvo arropado ante el acoso periodístico por otros amigos de Bangladesh que le servían de intérpretes. Aun así, explicó poco. Su declaración más explícita fue enseñar la libreta de una caja donde ya constaba el ingreso del premio. Si hay que juzgar por el saldo final que constaba en la libreta (300.017,8 euros), Silim ha salido de un aprieto.

No será el único que haya dado un portazo a la crisis. Ocurre que muchos prefieren la discreción, van al banco, ingresan, y evitan cámaras y delegados de sucursales de cajas y bancos. Estos se dejan ver más que antaño, hacen declaraciones y alguno (por razón de vecindad porque tiene la sucursal a pocos metros) hasta regala a la administración de lotería el cava para descorchar en público.

También hubo cava en casa Valdés, la de casi siempre (103 años de historia y muchos premios la avalan), aunque no apareciera por allí nadie que se confesara ganador. Unas pocas series de dos quintos premios se tradujeron en 350.000 euros. Todas las series del 36199, número al que Valdés está abonado, se vendieron en ventanilla. La del 30227 se fue a Australia. Un catalán que trabaja en ese país compra habitualmente lotería en Valdés y por Navidad reserva siempre los mismos números, entre ellos, el premiado.

A falta de premiados, la estrella de la mañana en Valdés fue Agustín Oltra. Un año más – y ya van 35-,este hombre de 80 años plasmó los números premiados – quedaron perfectos, como si fuesen de imprenta-con su pincel en el cartel que se cuelga en el exterior del establecimiento. La operación, como si de una ceremonia se tratara, fue seguida con atención por el público que se amontonó en la acera.

Luego, algunos parroquianos se fueron más abajo, donde había tocado el gordo de verdad. Un gordo que también fue a parar al mercado municipal de Sant Andreu, junto a la plaza Mercadal. resulta que el gremio de detallistas de legumbres cocidas había comprado una serie (en la Rambla) y el puesto Legumbres Cocidas Puig repartió participaciones a clientes y empleados. Cada participación dio 750 euros a sus poseedores. Un buen pellizco. La gran mayoría de los jugadores no puede decir lo mismo.

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